domingo, 25 de agosto de 2019
CAPITULO 23
A las siete estoy sentada en el salón de Pedro, que ya conozco como si fuese el mío. Él se acerca con una copa de vino y esa sonrisa de superioridad que me dedica cuando tiene razón, y ahora mismo me encantaría borrársela de la cara. Ambos sabemos que él cocina mejor que yo y que siempre caigo rendida ante sus cenas, pero no tiene por qué regodearse tanto. Tras tenderme mi copa se sienta relajadamente a mi lado con las piernas cruzadas y los brazos estirados sobre el respaldo del sofá.
—Cinco minutos y cenamos —avisa.
—¿Ya has sacado la cena de su envase? —bromeo.
—Muy graciosa.
—Reconoce que has ido al restaurante de la esquina.
—Para tu información, señorita, ayer me pasé toda la noche cocinando para que no comieses otro sándwich esta noche.
—¡Pobre Pedro! Trasnochó anoche por mi culpa…
—Todo por tu culpa, Paula. Tendrías que compensarme cocinando mañana para mí, ¿sabes?
—Sigue soñando. Lo mío no es la cocina y lo sabes, te tocará comida china, pizza o hamburguesa.
—O cocinar de nuevo —contesta con un suspiro demasiado dramático.
—Ahora en serio, Pedro, huele de maravilla.
—Gracias. Y bien, jefa, ¿qué anuncio toca hoy?
—Cavalcanti. —Veo cómo Pedro se pone tenso y cambia su postura por otra más hermética—. Tu primo y tú no os lleváis muy bien, ¿verdad?
—Destrozó mi matrimonio.
Se levanta del sofá y se queda mirando por la ventana perdido en sus pensamientos.
—La empresa para la que trabajaba iba de mal en peor y mis jefes hicieron recortes de personal —explica—. Yo tuve que asumir más trabajo y quedarme casi todas las noches a trabajar hasta tarde. Mi mujer empezó a quejarse, como era natural, y teníamos peleas constantes.
—Entiendo.
—Y de repente, un día… se acabó. No más peleas, no más reproches. Sofia me esperaba sonriente todas las noches con la cena preparada y entendía que estuviese demasiado cansado para hacerle el amor. En ese momento no le di la mayor importancia, incluso me sentí aliviado porque creí que ella por fin lo había entendido y que me apoyaba. Hasta aquella maldita noche.
—¿Qué ocurrió? —susurro.
—Estaba siempre tan ocupado que no tenía tiempo para ella y me sentía culpable —reconoce—. Esa noche decidí salir del trabajo mucho antes para darle una sorpresa, pasé por una floristería a comprarle un ramo de lirios, sus flores favoritas, y reservé mesa en un buen restaurante. Eran las seis cuando llegué a casa. Hice el menor ruido posible y resulté ser yo el sorprendido.
—¡Oh, Pedro!
Me levanto y me acerco a su espalda para intentar reconfortarle, pero él está a kilómetros de distancia ahora mismo.
—Mi adorable mujer estaba atada a los barrotes de la cama mientras mi primo se la follaba. A él le va el sexo duro y parece que a ella también. Cuando me vieron no hubo arrepentimiento ni sobresalto. Me pidieron que me uniera, Paula. ¡Que me uniera! Le di a mi primo una paliza, cogí mi ropa y me marché. A la mañana siguiente compré el coche con los ahorros que tenía en el banco para que ella no pudiese reclamarme nada y pedí el divorcio.
—Lo siento muchísimo, Pedro.
Él me mira como si me viese por primera vez en toda la noche, sonríe y acaricia mi mejilla con el dorso de la mano.
—Pasó hace mucho tiempo, dulce Paula, ya está superado.
Dicho esto se marcha a la cocina y yo me quedo allí, intentando asimilar por qué mi corazón se ha saltado un latido en ese momento tan… íntimo.
—¡La cena está lista! —me llama desde la cocina sacándome de mis cavilaciones.
Me dirijo a la cocina y le veo de espaldas a mí sacando algo del horno.
El olor que desprende es delicioso y no puedo evitar que la boca se me haga agua solo de pensar en comerlo. Pedro ha puesto la mesa y me siento en mi sitio después de rellenar nuestras copas de vino.
—A ver, chef… sorpréndeme con tus artes culinarias —digo apoyándome en los codos.
Él solo sonríe y pone en mi plato un cuenco de barro que contiene lo que parece ser lasaña, pero al primer bocado me percato de que no es una lasaña corriente: está rellena de jamón york, guisantes, tomate y mucho queso. No puedo reprimir el impulso de cerrar los ojos y gemir al primer bocado, a lo que él responde con una carcajada.
—Sabía que te gustaría —reconoce—, es una de mis especialidades del fin de semana.
—Está buenísima, Pedro. Tienes que darme la receta.
—Si lo hiciera tendría que matarte… así que confórmate con que te la prepare de vez en cuando… a cambio de algo.
—¿A cambio de algo? ¿Me vas a hacer chantaje?
—No seas tan dramática, Paula, solo quiero pedirte un favor.
—¿Y qué favor es ese?
—No quiero que Leila venga a Italia, no quiero que sea ella la modelo de ese anuncio. Sé que es a quien tenías en mente pero tienes que buscar a otra modelo.
La verdad es que no me sorprende su petición.
Sería una buena oportunidad para ella, pero por otra parte entiendo su preocupación después de lo que ocurrió con su mujer.
—Lo entiendo, Pedro, pero…
—Sin peros, Paula. Voy a estar ocupado a tiempo completo intentando mantener a mi primo alejado de ti, no puedo mantenerle alejado de las dos.
—De… de acuerdo. ¿Pero qué te hace pensar que no acosará a cualquier modelo que llevemos?
—Él solo se interesa por mujeres que signifiquen algo para mí. No sé de dónde se ha sacado que me he acostado contigo, pero es lo que piensa y por eso te acosa. Leila es la mujer más importante de mi vida y lo sabe, intentará meterla en su cama y no puedo permitirlo.
—Está bien, contaremos con Stephanie. Es más o menos de la misma complexión que Leila y creo que podrá hacerlo bien.
—Gracias, Paula, de verdad. Y ahora vamos a comer, que se enfría. El trabajo para después.
Comemos en silencio y mi mente viaja sin querer hacia Leila. Debe quererla mucho, ¿pero por qué nunca está en casa de Pedro cuando vengo?
¿Acaso no viven juntos? Es una mujer increíble, simpática, dulce… y preciosa. No me extraña que Pedro sienta esa devoción por ella. Sin embargo no puedo evitar sentir una sensación rara en el estómago cuando les veo abrazarse o hablarse en susurros.
—Tierra llamando a Paula. —La voz de Pedro me saca de mi ensimismamiento.
—Lo siento, estaba distraída.
—Ya lo he visto. ¿Estás bien? Si quieres lo dejamos para mañana, de todas formas no hay demasiada prisa todavía.
—Creo… creo que es lo mejor. La verdad es que estoy un poco cansada —contesto levantándome y dejando el plato vacío en el fregadero—. Gracias por la cena, estaba deliciosa.
—Vamos, te llevo a casa.
—No… necesito despejarme un poco. Necesito caminar.
—¿Estás loca? No voy a dejarte andar sola a estas horas, Paula. Voy a coger las llaves y nos vamos.
Asiento resignada, debí suponer que no iba a dejarme marchar sola.
¿Qué demonios me está pasando? ¿Por qué me siento de repente tan vacía?
CAPITULO 22
Vuelvo a entrar en su perfil para recrearme en las compatibilidades que tenemos. En la cama, en las relaciones familiares, en el comportamiento con nuestra pareja… en todo.
De pronto me percato de que está en línea y le escribo un mensaje por chat.
Conejitasexy: Buenas tardes, chico sexy. ¿Qué tal te va en el trabajo? ¿Tu jefa te está atosigando demasiado?
Lobosolitario: Mmm.… el mejor mensaje que podía llegarme en este momento. No, no estoy en la oficina. Estoy arreglando algunos asuntos y tengo un poco de tiempo mientras espero. ¿Y tú qué tal vas, Mamá Noel?
Conejitasexy: No soy Mama Noel, lo siento. Estas Navidades no seré yo quien te lleve carbón.
Lobosolitario: ¿Carbón? ¿Por qué piensas que me he portado mal este año? Con lo bueno que soy…
Conejitasexy: No sé por qué no me lo creo… Pienso que eres un peligro público. Sobre todo para el sexo femenino.
Lobosolitario: Acabas de matarme. Suelo ser muy respetuoso con las mujeres, Bunny, mi madre me enseñó muy bien desde pequeño. Cuando no quería nada estable siempre advertía antes de meterme debajo de alguna falda.
Conejitasexy: ¿Cuando no querías nada estable? ¿Y qué quieres ahora?
Lobosolitario: Ahora busco algo serio, algo que dure toda la vida.
Conejitasexy: ¿Quieres casarte?
Lobosolitario: No hay que casarse necesariamente… solo quiero tener a alguien a quien abrazar por las noches, alguien que me escuche y a quien escuchar… alguien a quien amar.
Conejitasexy: Eso es algo que yo también echo de menos, pero no tengo tiempo de complicarme la vida.
Lobosolitario: ¿Y por qué piensas que enamorarse es complicarse la vida? Yo creo que es facilitársela bastante.
Conejitasexy: Los hombres sois muy difíciles de entender.
Lobosolitario: Eso lo dices porque aún no has conocido a alguno que te complemente.
Conejitasexy: Quizás tengas razón.
Lobosolitario: Por supuesto que la tengo, porque si no quisieras enamorarte, ¿qué haces aquí?
Conejitasexy: Quiero estar con alguien que no me cohíba, y eso es muy difícil de encontrar.
Lobosolitario: ¿Cohibirte en qué sentido?
Conejitasexy: Quiero que me escuche, que me cuente sus cosas, que nos llevemos muy bien en la cama… pero no quiero que me cuestione cuando llego a casa tarde por el trabajo.
Lobosolitario: ¿Y acaso no es eso el amor? Creo que nunca has estado con alguien que estuviese realmente enamorado de ti.
Conejitasexy: Creo que tienes razón, porque siempre me han dejado por trabajar demasiado.
Lobosolitario: Quizás es que realmente trabajas demasiado, ¿no lo has pensado?
Conejitasexy: Solo trabajo demasiado en Navidad, el resto del año tengo horario de oficina. El problema es que los hombres siempre quieren que conozca a sus familias en esas fechas y yo hasta el mismo día de Nochebuena no cojo vacaciones.
Lobosolitario: Entonces el problema lo tienen ellos, no tú.
Conejitasexy: En cualquier caso eres el único hombre con el que hablo aparte de mi ayudante, que no cuenta.
Lobosolitario: ¿Y por qué no cuenta?
Conejitasexy: Porque trabajamos juntos. No quiero que una relación interfiera en nuestra situación laboral.
Lobosolitario: ¿Y no has hablado con ninguno más de esta app?
Conejitasexy: Los que me han intentado dar conversación no me han atrapado con su misterio, como tú.
Lobosolitario: ¿Misterio, yo?
Conejitasexy: Reconoce que tu frase de presentación es muy misteriosa.
Lobosolitario: No entiendo por qué. Aquí hay que arriesgarse para conocer a alguien, ¿no crees?
Conejitasexy: Hasta ahora conocerte no está siendo un riesgo, sino todo un placer. Debo dejarte. El deber me reclama.
Lobosolitario: Aún no sabes lo que es el placer… de conocerme. Que sea leve, Bunny. Un beso… donde tú quieras.
Conejitasexy: Me reservo el secreto de dónde lo quiero. Otro para ti.
CAPITULO 21
Cuando salgo del despacho comienzo a dar saltitos de felicidad como si fuese una niña pequeña. Vuelvo al despacho sonriendo y veo a Pedro sentado en la mesa revisando unos papeles. Mira que es atractivo… no es demasiado guapo pero así, con esa camisa negra que lleva hoy y sus gafas de lectura está de un sexy que quita el hipo. Lástima que trabajemos juntos, que si no… Cuando levanta la cabeza para mirarme no puedo reprimir el impulso de lanzarme a sus brazos para agarrarme a él como una lapa. Él suelta una carcajada y se levanta para dar vueltas conmigo en brazos en el centro de la habitación.
Su cara está a escasos centímetros de la mía, nuestras miradas se cruzan y un escalofrío recorre mi espalda. Nuestras respiraciones entrecortadas se mezclan y humedezco con la lengua mis labios, de los que él no aparta la vista. Solo tengo que agachar la cabeza y estoy segura de que su boca hará el resto, pero en vez de eso Pedro me pone en el suelo con cuidado y se aparta de mí con un carraspeo.
¿Qué demonios ha sido eso? Por un momento he sentido que la tensión sexual entre nosotros podía cortarse con un cuchillo… Debe ser mi abstinencia sexual, que me hace ver fantasmas donde no los hay.
—¿A qué viene tanta alegría? —pregunta— ¿Tenía razón o no?
—Así es. Tu primo ha venido a hablar con Christian del anuncio, pretendía que me fuera yo sola con él mientras tú te ocupabas de todo por aquí.
—Qué hijo de puta.
—Por suerte tu tío me ha dado la razón. Nos iremos los dos en enero para hacer el maldito anuncio. No sé si es porque conoce a su hijo o porque sabe que necesito tu ayuda, pero la verdad es que me alegro muchísimo de su decisión.
—Deberías contarle lo que pasó, Paula. —Su voz es apenas un susurro.
—Es su hijo, Pedro. Además, no hay nada que lamentar.
—¡Porque aparecí justo a tiempo! ¿Pero qué pasará si vuelve a intentarlo y no estoy ahí para detenerle, Paula?
—Si eso ocurre le daré un buen rodillazo en sus partes tiernas, verás cómo me suelta en el acto. La otra vez me pilló desprevenida, la próxima vez no tendrá tanta suerte. ¿Vamos a tu casa o a la mía hoy? —pregunto cambiando de tema.
—A la mía, he preparado algo rico para cenar.
—¿Vas a mostrarme tus artes culinarias secretas? —bromeo.
—Siempre termino cocinando yo, vayamos donde vayamos te escaqueas —contesta con una sonrisa—. A ver cuándo me haces de cenar tú a mí…
—Un snob como tú seguro que sabe cocinar algo más elaborado que un puré de patatas o una carne en salsa…
—¿Sabes qué? Mejor nos vamos a tu casa. La cena de hoy me la comeré yo solo el fin de semana…
—¡Está bien, está bien! Reconozco que eres muy buen cocinero.
—¡Te vendes por una cena! —ríe él— Esperaba más de ti…
El resto de la mañana pasa relativamente deprisa, como todos los días de la última semana. A la hora de comer me voy con Luisa al KFC de la esquina.
—Bueno, cuéntame. ¿Qué tal con Lobo solitario? —dice ella cuando nos sentamos a comernos el pollo.
—Pues hoy no he mirado si tengo mensajes.
—¿Y a qué esperas? ¡Saca el móvil!
Me río ante la impaciencia de mi amiga. Yo quería leerlos en la tranquilidad de casa, cuando me metiese bajo las mantas, pero realmente quiero saber si me ha escrito y abro la página donde le conocí. ¡Tengo tres mensajes de él!
(8:30 am) Buenos días, preciosa. Lo prometido es deuda, hoy estoy a tu entera disposición. ¿Cómo se presenta el día?
(9:00 am) Parece que hoy mi conejita está muy ocupada en lo que quiera que trabaje… Yo también tengo hoy mucho trabajo… mi jefa es una negrera.
(10:00 am) ¿Sabes? No puedo concentrarme en el trabajo. No dejo de pensar en la conversación que tuvimos el otro día… Y estoy deseando que tengamos la próxima.
Sonrío ante los mensajes y le paso el móvil a Lu para que los lea.
—Esto pinta bien —dice entregándome el teléfono—. Parece bastante interesado en ti.
—Solo hemos hablado unas cuantas veces, no puedes saber si está interesado en mí. Tal vez se sienta intrigado por el misterio, pero nada más.
—No seas tan negativa, ¿quieres? ¡Vamos, contéstale!
—¿Que le conteste? ¿Y qué le digo?
—¡Bueno, échale imaginación!
Tras pensar un momento, le escribo un correo.
Buenas tardes, Lobo solitario. En vísperas navideñas mi trabajo me absorbe por completo, pero no me olvido de ti. Dile a esa jefa tuya que te trate con cuidado, a ver si me voy a quedar sin ti antes de tiempo. ¿Qué te parece si retomamos esa conversación pendiente esta noche? Estaré libre sobre las once. Sé que es tarde… pero mi trabajo no puede esperar
Diez minutos después estoy en el despacho de nuevo. Pedro ha ido a hacer unos recados y no volverá hasta dentro de una hora. La verdad es que ahora mismo no tengo mucho que hacer, necesito el material que traerá Pedro para continuar, así que abro la aplicación para ver si tengo algún mensaje de mi chico misterioso. Ahí está de nuevo su mensaje.
¿Eres Mamá Noel? Seguro que los niños se quedan embobados cuando entras por su chimenea.
Mi jefa me trata bien… solo es muy exigente y perfeccionista.
Le diría que se relajase pero no serviría de nada, así que… Esta noche a las once estaré esperándote, preciosa… impaciente desde luego
Suscribirse a:
Entradas (Atom)