lunes, 26 de agosto de 2019

CAPITULO 26




Cuando llego a casa, meto un paquete de macarrones con queso en el microondas y me dejo caer en el sofá con el móvil para ver si me ha contestado.


Lobosolitario: Te lo dije, Bunny, te gusta tu ayudante.


Conejitasexy: ¿Y qué demonios voy a hacer ahora?


Lobosolitario: Tranquilízate, no es nada fuera de lo común.


Conejitasexy: Me gustan dos hombres a la vez. Te aseguro que eso es un problema.


Lobosolitario: ¿Por qué? A mí no me conoces realmente.


Conejitasexy: ¡Pero me gustas! Estoy volviéndome tan loca que sueño contigo, pero tienes su voz.


Lobosolitario: Mmm… así que has soñado conmigo… Cuéntame esos sueños, Bunny.


Conejitasexy: No te los contaré ni borracha, me da mucha vergüenza.


Lobosolitario: Así que son sueños húmedos… Vamos, nena… arriésgate.


Conejitasexy: Sueño que me haces el amor. Sueño que recorres mi cuerpo con tus manos y eso me pone muy caliente.


Lobosolitario: ¿Y cómo imaginas que soy?


Conejitasexy: Alto, fuerte… y muy sexy.


Lobosolitario: ¿Y qué pasará si me conoces y resulto ser un tío normal?


Conejitasexy: Que tendré que empezar a cambiar mis fantasías. Me gustaría escuchar tu voz para no tener que escuchar la de Pedro. Seguro que eso me haría olvidarme de él.


LobosolitarioPedro tiene novia, ¿no te hace eso descartarle?


Conejitasexy: Sé que tiene novia y es muy maja además. Por eso estoy tan atormentada, Wolf, Me siento culpable porque no quiero que le haga daño por mi culpa.


Lobosolitario: ¿Es que ha dado indicios de que le gustes?


Conejitasexy: Hoy me ha besado.


Lobosolitario: ¿Y cómo ha sido ese beso? ¿Apasionado? Voy a terminar por ponerme celoso.


Conejitasexy: No ha sido nada apasionado. Apenas ha sido un roce de labios, pero ha hecho que mis piernas se derritan. Ha sido… muy intenso.


Lobosolitario: Quizás fue un beso bajo el muérdago. ¿Te preocupaste en mirar al techo?


Conejitasexy: La verdad es que no… Y debería haberlo hecho. Ahora me siento como una tonta.


Lobosolitario: Te aseguro que a mí no me haría falta ninguna rama de muérdago para besarte.


Conejitasexy: ¿Quieres besarme?


Lobosolitario: De hecho lo estoy deseando.


Conejitasexy: Pues ven a cenar mañana conmigo a casa de Luisa y después me besas… ¿Qué te parece el plan?


Lobosolitario: Tentador… pero tengo planes. Mi hermana cocina y no puedo faltar, Bunny.


Conejitasexy: Podríamos quedar después de la cena.


Lobosolitario: Aún es pronto para eso. Necesitas más tiempo y yo no tengo ninguna prisa.


Conejitasexy: ¿Más tiempo? ¿Para qué?


Lobosolitario: Para aclarar tus sentimientos respecto a tu ayudante, Bunny. Ya te he dicho que te quiero solo para mí.


Conejitasexy: Quizás si te conozco en persona todas las dudas desaparezcan, ¿no crees?


Lobosolitario: Créeme, es mejor así. Buenas noches, preciosa. Y feliz Navidad.


Conejitasexy: De acuerdo, me fío de ti. Que descanses, Wolf, y feliz Navidad para ti también.



CAPITULO 25





Mañana es por fin Navidad, y aunque he quedado con Luisa para cenar con ella y su nuevo novio lo que realmente me apetece es quedarme sola en casa sin hacer absolutamente nada. Tengo un dolor de cuello espantoso porque he debido dormir en una mala postura y por si fuera poco está lloviendo a mares, un inicio perfecto para un día que pinta ser todo un asco.


Cuando llego a la oficina Pedro aún no ha llegado, así que pongo la caja de dulces sobre la mesa y preparo el café. Es curioso lo que se echan de menos sus detalles cuando no anda cerca.


Media hora después, mi ayudante sigue sin aparecer y no me coge el teléfono, por lo que empiezo a preocuparme en serio. ¿Dónde demonios está?


Desde que trabajamos juntos jamás ha llegado tarde y siempre coge el teléfono cuando le llamo. Cuando los nervios están a punto de ahogarme y barajo la posibilidad de avisar a la policía para que busquen su cuerpo en alguna cuneta, Pedro aparece silbando despreocupadamente.


—¿Dónde demonios estabas, Pedro? —le regaño— Me tenías muy preocupada.


—¿Perdón? —Su cara de asombro me deja más extrañada todavía.


—No cogías el teléfono y creí que te había pasado algo malo.


—Paula, hoy era mi chequeo anual obligatorio. Dejé el teléfono en el coche y ni siquiera me he parado a mirarlo.


—No lo recordaba —digo avergonzada.


—Creía que te lo había recordado ayer.


—Pues no lo hiciste.


—Lo siento, Paula, de verdad.


—Da igual, lo importante es que ya estás aquí.


—Estabas preocupada por mí… —canturrea bromeando.


—No seas tonto.


—¡Te importo! ¡Al final he conseguido que no puedas vivir sin mí!


—Deja de hacer el payaso y ponte a trabajar.


Pedro se pone a trabajar y yo vuelvo a lo mío con una sonrisa. Es un payaso de cuidado, pero encantador. A los cinco minutos el cuello vuelve a darme una punzada, y aunque lo muevo en círculos e intento masajearlo no consigo que deje de doler.


—¡Maldita sea! —mascullo frustrada.


—¿Estás bien, Paula? —pregunta Pedro acercándose con su silla— Te noto bastante rara esta mañana.


—He debido dormir de mala postura y el cuello me está matando.


—Déjame a mí.


Pedro se coloca de pie tras mi silla y pasa sus manos a mi alrededor para desabrochar un par de botones de mi camisa y dejar mis hombros al descubierto. El roce de sus brazos me hace inspirar con fuerza, pero intento disimular lo mejor que puedo. Pone sus manos en mis hombros para empezar el masaje, pero debido a la altura del sillón le es imposible hacerlo bien.


—Siéntate en el sofá de espaldas al brazo, Paula.


—¿Para qué? —pregunto mirándole de reojo.


—Para poder darte un masaje en condiciones. Aquí no llego bien.


Hago lo que me ordena y echo la cabeza hacia delante en cuanto sus manos entran en contacto con mi cuello. Amasa mi piel despacio, encontrado los nudos musculares que me traen por la calle de la amargura y deshaciéndolos con expertos giros de muñeca. Su proximidad me está alterando más de lo que debiera. Siento su estómago rozar mi espalda de vez en cuando y no puedo evitar fantasear con que ese masaje no tiene nada de terapéutico y sí todo de erótico, y comienzo a sentir un hormigueo molesto en la boca del estómago.


—Estás demasiado tensa, jefa —susurra—. Deberías relajarte de vez en cuando.


Su voz ronca me arranca un gemido. ¿Cómo puede tener una voz tan sumamente sexy sin ser pecado? Sus manos podrían resbalar de repente hasta mis pechos y yo no opondría ninguna resistencia. Es más, deseo que me toque, que haga endurecerse mis pezones entre sus dedos y que continúe más y más abajo. Deseo que aparte la cinturilla de mi falda para meter las manos en mis braguitas de encaje y… ¿Pero en qué demonios estoy pensando?


Me echo hacia atrás inconscientemente para apartar esas ideas absurdas de mi mente, pero es peor el remedio que la enfermedad porque mi espalda choca contra el bulto de su erección. 


Parece que a él también le está afectando el masaje más de lo normal y se aparta a toda prisa para intentar disimular. ¿Qué demonios ha pasado? ¿Es que he fantaseado en voz alta y él me ha escuchado? No… no puede ser. ¿O sí? 


Me levanto para meterme en el cuarto de baño y cerrar la puerta con un suspiro. ¿Cómo voy a mirarle ahora a la cara?


—Respira, Paula, respira —susurro para mí misma—. Sal ahí y actúa como si no hubiese pasado nada. Seguro que todo esto ha sido un malentendido. Apuesto a que eso era su móvil, no su miembro. Sí, eso tiene que ser.


Cuando vuelvo a mi mesa Pedro está trabajando como si nada, levanta la vista de los papeles y me sonríe como siempre. Bien… como suponía lo que he notado era su móvil, o no estaría tan normal.


—Jefa, ¿tienes planes para mañana? —pregunta al cabo de un buen rato.


—Pues la verdad es que sí. He quedado con Luisa para ir a cenar a su casa y así conocer a su nuevo novio. ¿Y tú? ¿Tienes planes?


—Leila va a cocinar, así que debo cenar con ella.


—No te veo muy entusiasmado, Pedro.


—Bueno, la quiero con locura pero hay veces en las que me crispa los nervios, y las Navidades la ponen un poco eufórica. Ya sabes… regalos, adornos, pavo y dulces navideños.


—Entiendo.


—Tenía la esperanza de que vinieras y lo hicieses más llevadero, pero tendré que hacerme a la idea de que voy a tener que aguantarme y hacer lo que ella quiera.


La verdad es que me parece raro que prefiera pasar las Navidades con su jefa en vez de a solas con su chica, pero no digo nada. El resto del día pasa en un suspiro. Cuando voy a marcharme veo a Pedro apoyado en el quicio de la puerta con las manos en los bolsillos.


—Bueno… ya no nos veremos hasta el día veintiséis —dice acercándose.


—Vas a librarte del ogro de tu jefa un par de días, deberías estar contento.


—Ya me he acostumbrado a ella. La verdad es que quizás, solo quizás, la eche un poco de menos.


—No seas embustero, Pedro, vas a llegar a tu casa y te vas a tirar en el sofá desnudo con una botella de champán para celebrarlo.


Él solo se ríe y saca una cajita del bolsillo de su chaqueta.


—Te he traído un regalo —susurra tendiéndomela.


—¿Para mí? Pedro… no tenías por qué.


—Es de parte de Leila y mía. Queríamos agradecerte que nos dieses una oportunidad a ambos.


—¡Vaya, gracias!


Que Leila forme parte de la sorpresa hace que ya no me haga tanta ilusión el regalo, pero no digo nada. Al abrir la cajita me encuentro con una preciosa pulsera de plata con colgantes en forma de copos de nieve. ¡Es preciosa! He de reconocer que Leila tiene un gusto exquisito, porque apuesto a que ha sido ella quien la ha escogido.


—Muchas gracias, Pedro —susurro sin apartar la vista de la pulsera—. Me encanta, es preciosa.


—Podrías agradecérmelo viniendo a cenar a casa…


—Sabes que no puedo, pero si pudiese no haría falta que me sobornases con una pulsera tan bonita.


—¿De verdad te gusta? Me pasé más de una hora eligiéndola.


—¿La elegiste tú? —pregunto sorprendida.


—¿Quién iba a elegirla si no?


—Creí que habría sido Leila.


—Si hubiese sido ella sería de casitas de jengibre o bastones de caramelo, créeme —contesta con una sonrisa.


—Pues de verdad me encanta. ¿Me la puedes poner?


Él solo asiente, coge la pulsera de la caja y la cierra en torno a mi muñeca, dejando resbalar el pulgar por mi pulso con lentitud. Levanto la vista para darme cuenta de que me está mirando fijamente a los ojos, después mira mis labios… y yo me derrito por dentro. Se acerca despacio, muy muy despacio, y cierro los ojos inconscientemente esperando que no se detenga.


Un escalofrío de placer recorre mi vientre al sentir sus labios sobre los míos.


Apenas ha sido un roce, pero ha conseguido que mis piernas se conviertan en gelatina.


—Feliz Navidad, Paula —susurra antes de darse la vuelta y marcharse.


Yo me quedo un minuto parada en el sitio, aún con los ojos cerrados, saboreando el sabor de los labios de Pedro. ¿Por qué tengo que sentirme de esta manera? ¿Por qué estoy hecha un auténtico lío? Abro el chat para escribirle un solo mensaje a mi lobo solitario.


Tenías razón, Wolf. Me gustan dos hombres a la vez y estoy bien jodida.



CAPITULO 24





Cuando me deja en la puerta de casa, caigo en la cuenta de que he quedado para hablar con mi amigo online esta noche, y mi humor cambia de repente. Subo a casa, me doy una ducha y me meto en la cama con el teléfono a mano. 


Cuando entro en la aplicación lobo solitario aún no está en línea y empiezo a ponerme nerviosa. ¿Se habrá marchado ya?


Me acerco a la cocina a prepararme una taza de chocolate caliente y al volver a la cama ya tengo un mensaje de mi hombre misterioso.


Lobosolitario: Siento el retraso, preciosa. Tuve trabajo que terminar.


Conejitasexy: Tranquilo, yo acabo de llegar. ¿Qué tal tu día? ¿Se portó bien la bruja de tu jefa?


Lobosolitario: Hoy ha estado muy rara… como perdida en sus pensamientos, lo que me ha dado la oportunidad de vaguear un poco. ¿Y el tuyo?


Conejitasexy: Bueno… se podría decir que bien.


Lobosolitario: Mmm… eso no me ha sonado a que haya ido demasiado bien. ¿Qué te ocurre?


Conejitasexy: No quiero aburrirte con mis problemas… mejor hablemos de otra cosa.


Lobosolitario: Jamás me aburriría contigo, preciosa, puedes contarme lo que quieras. Lo sabes, ¿verdad?


Conejitasexy: Sí… lo sé.


Lobosolitario: Vamos, cuéntamelo.


Conejitasexy: Hoy me he sentido muy rara respecto a cosas que no debería.


Lobosolitario: ¿Has visto un marciano? Vamos, Bunny, sé más explícita.


Conejitasexy: El marciano parecía ser yo. Siempre he trabajado con mujeres, no he querido nunca tener un hombre como ayudante porque acarrean demasiados problemas… y ahora tengo a Pedro.


Lobosolitario: Y no estás a gusto con él, supongo.


Conejitasexy: Al contrario, estoy muy a gusto trabajando con él. Es eficiente, divertido y me hace sentir segura. El problema soy yo.


Lobosolitario: ¿Y eso por qué?


Conejitasexy: tenemos un cliente que me acosa porque cree que estoy saliendo con Pedro.


Lobosolitario: ¿Y por qué no le denuncias?


Conejitasexy: Es el mayor inversor de la empresa para la que trabajo, y sin él la empresa desaparecería, y por tanto mi trabajo también.


Lobosolitario: Entiendo. Es una putada, pero debes hacer algo.


Conejitasexy: En enero rodaremos su anuncio y nos desharemos de él de una vez por todas.


Lobosolitario: Así que eres modelo…


Conejitasexy: ¿Yo? No me hagas reír. Soy jefa de departamento de una empresa de publicidad, nada más.


Lobosolitario: O sea, que eres la cabeza pensante detrás de todos esos anuncios sexys y lujuriosos de la tele.


Conejitasexy: Algo así.


Lobosolitario: Es un gran trabajo, Bunny.


Conejitasexy: Lo sé, me encanta lo que hago.


Lobosolitario: Sigue contándome qué te preocupa.


ConejitasexyPedro me ha pedido que no contrate a una modelo para el anuncio a pesar de ser una oportunidad muy buena para ella. se preocupa mucho por ella, lo que es admirable, pero he sentido celos o algo parecido.


Lobosolitario: ¿Porque se preocupa por ella?


Conejitasexy: Creo que sí.


Lobosolitario: ¿Te gusta Pedro, Bunny?


Conejitasexy: ¿Qué? ¡No! ¡Claro que no!


Lobosolitario: ¿Entonces por qué te has puesto celosa?


Conejitasexy: No lo sé… quizás es porque estamos pasando mucho tiempo juntos últimamente.


Lobosolitario: Yo también paso mucho tiempo con mi jefa y no por eso me pongo celoso de su marido.


Conejitasexy: No me gusta Pedro, me gustas tú.


Lobosolitario: Así que te gusto yo… ¿Aun sin haberme visto?


Conejitasexy: Ya tengo una edad en la que el físico pasa a segundo plano.


Lobosolitario: Eso decimos todos, pero en el fondo es importante.


Conejitasexy: Tal vez para ti sí, pero a mí no me importa lo más mínimo.


Lobosolitario: Podría ser un marciano verde, con tres ojos y unas antenas horribles. ¿Lo has pensado?


Conejitasexy: Los marcianos me parecen muy monos, Wolf, podría soportarlo.


Lobosolitario: Sigo creyendo que te gusta tu ayudante, pero no quieres reconocerlo. Deberías reflexionar sobre ello, Bunny.


Conejitasexy: ¿Reflexionar sobre qué?


Lobosolitario: Sobre cómo es posible que te gusten dos hombres a la vez.


Conejitasexy: Quizás es que quiero hacer un trío con los dos.


Lobosolitario: No cuela, cielo, eres muy tradicional en el sexo. Además… lo que es mío no lo comparto. Si algún día eres mía no serás de nadie más.


Conejitasexy: Eso ha sonado muy primitivo.


Lobosolitario: Así soy yo, Bunny. Mi chica puede tener infinidad de amigos, pero en su cama soy el único.


Conejitasexy: ¿Y ella es la única en tu cama también?


Lobosolitario: Por supuesto, soy hombre de una sola mujer. Y ahora vete a dormir y piensa en lo que te he dicho, Bunny. Dulces sueños.


Conejitasexy: Buenas noches, Wolf.