viernes, 30 de agosto de 2019
CAPITULO 40
Al atardecer permanezco sentada en una de las butacas de la terraza apuntando las nuevas ideas del anuncio mientras disfruto del sol ocultándose tras los viñedos. Es una imagen perfecta para una postal y hago una foto para guardarla de recuerdo. En breve iré a darme una ducha para ir a cenar, pero ahora quiero respirar unos minutos de tranquilidad después de la euforia del trabajo. Pedro aparece por el camino que viene de los viñedos y me quedo mirándole fijamente. Anda algo encorvado y se nota que está muy cansado, pero aun así me lanzaría a sus brazos para hacerle el amor tumbados junto a la piscina. No sé por qué cada día me parece más guapo, más sexy, aunque en realidad no sea un hombre que llame la atención tiene algo que no me permite apartarle de mi cabeza por más que quiera.
Tras saludarme con la mano se deja caer en la butaca de al lado con un suspiro y cierra los ojos.
—¿Cansado? —pregunto sin apartar mi vista de la libreta.
—Estoy hecho polvo. Mañana llegarán las estanterías para el escenario y hemos tenido que desalojar el garaje a toda prisa. ¿Cómo puede una familia acumular tantas cosas? ¡Hasta guardaban la cuna de Bella, por Dios!
—Las personas le toman cariño a los objetos que pasan por su vida, Pedro.
—Los objetos son solo eso, Paula. Se desechan cuando no pueden cumplir su función y a otra cosa.
—¿También me desecharás a mí cuando no te sirva? —bromeo.
—No tiene gracia —protesta abriendo un ojo—. ¿Vas a dejar la ventana abierta esta noche?
—Podrían entrar los mosquitos…
—Lo que va a entrar es un moscardón que va a chuparte de arriba abajo… ¿Qué me dices?
—El moscardón acaba de decir que está hecho polvo…
—Te aseguro que estará en forma cuando se cuele por tu ventana.
—Si es lo que el moscardón quiere…
—No tiene que ser lo que yo quiera, Paula, sino lo que ambos queramos. Piénsatelo, ¿de acuerdo? Bajaré cuando todos duerman para colarme en tu habitación. Si la ventana está cerrada entenderé que no te apetece y volveré a mi cuarto.
Veo cómo se levanta y se estira justo frente a mí, y su camiseta se levanta lo justo para dejarme ver sus abdominales perfectamente esculpidos… y el bulto de sus pantalones vaqueros.
—Voy a darme una ducha —dice con una sonrisa—. Nos vemos en el comedor.
Termino de tomar notas sobre el trabajo y voy a la bodega para hacer un pequeño boceto de la habitación en la que me he inspirado para el anuncio. Quiero que el escenario sea lo más parecido posible y me siento en el suelo con las piernas cruzadas para poder dibujar mejor.
Estoy tan concentrada en lo que hago que no me doy cuenta de que alguien ha entrado en la habitación y me sobresalto cuando una mano me toca el hombro.
—Lo siento, señorita Chaves —dice Max—, no pretendía asustarla.
—No le oí entrar.
—Vi la luz encendida y creí que Bella se había olvidado de apagarla cuando estuvo aquí hace un rato. ¿Qué hace? —pregunta mirando mi cuaderno con curiosidad.
—Un boceto de la habitación para poder plasmarla mejor en el garaje. Así aprovecho para respirar un poco de tranquilidad, el día ha sido de locos.
—El joven Pedro ha hecho un gran trabajo en el garaje. Ahora mismo mis empleados deben estar terminando de pintar las paredes y de poner la tarima.
—No tenía por qué…
—Debía parecer una bodega, y con el aspecto que tenía parecía cualquier cosa menos eso. Además, me ha dado una excusa para arreglar de una vez esa dichosa habitación. Le aseguro que mi esposa está encantada con usted por eso.
—En ese caso me alegro de haber sido útil —contesto sonriendo.
—La dejo tranquila —dice él levantándose—. No olvide apagar las luces y cerrar la puerta con llave al salir.
—No se preocupe.
Le observo marcharse, pero no puedo quitarme de la cabeza lo que ha dicho Bella esta mañana.
—Señor Cavalcanti —le llamo.
—¿Sí, señorita Chaves?
—¿Por qué va a permitir que su hija se case con alguien como Mauro?
Veo cómo aprieta la mandíbula y su expresión se torna de pronto sombría.
—Ocúpese de sus asuntos, mi hija no es de su incumbencia.
—Lo siento, no pretendía…
Pero el señor Cavalcanti ya se ha marchado, así que termino de darle los últimos retoques al esbozo y me voy a mi apartamento a darme una ducha. Como no sé cuánto tardará Pedro en aparecer esta noche entro en la página de citas para despedirme de Wolf.
Buenas noches, Wolf. Hoy tengo cena en casa de mis anfitriones y no sé cuándo volveré, así que no me esperes despierto.
Que descanses… y sueñes conmigo.
Espero una respuesta, pero él está desconectado así que dejo el teléfono cargando y me meto en la ducha. El agua relaja mis músculos cansados y cuando termino de vestirme el sueño casi me ha vencido por completo, así que tengo que hacer un esfuerzo para aparecer en la cena. Por suerte la atención se centra en los modelos a quienes nuestro anfitrión no ha tenido oportunidad de conocer antes, y me dedico a comer en silencio.
—¿Estás bien? —susurra Pedro en mi oído.
—Solo estoy cansada.
—¿Quieres que dejemos lo de esta noche?
—No, no… de verdad.
—¿Segura?
Asiento mirándole con una sonrisa, y puedo ver en sus ojos las ganas de besarme que tiene ahora mismo. La verdad es que ni siquiera sé por qué le he dicho que sigamos adelante con nuestro encuentro furtivo, porque los ojos se me cierran solos y no paro de bostezar. En cuanto me termino el postre me excuso con nuestros anfitriones y me marcho a la habitación a darme una ducha fría que consiga despejarme.
Mientras estoy bajo el agua se me ocurre gastarle una broma a Pedro, cosa que me anima bastante. Tras ponerme únicamente unas braguitas y una camiseta de tirantes cierro la ventana con cerrojo y espero sentada frente a ella que llegue mi amante de esta noche.
Como veo que tarda abro la aplicación de la página de citas para ver si Wolf me ha contestado, y al no haber obtenido respuesta decido escribirle.
Conejitasexy: ¿Hoy no quieres cuentas conmigo?
Tras un par de minutos me llega una respuesta que consigue hacer que me dé un vuelco el corazón.
Lobosolitario: Estoy en una cena de negocios, Bunny, y en vez de pensar en el trabajo no puedo quitarme de la cabeza recorrer tu cuerpo con mis labios. ¿En serio crees que no quiero cuentas contigo?
Conejitasexy: Perro ladrador, poco mordedor.
Lobosolitario: Pero yo no soy un perro, ¿verdad?
Conejitasexy: De la misma familia, lo que viene a ser lo mismo.
Lobosolitario: Hoy mi conejita quiere ser mala… ¿En serio quieres provocarme?
Conejitasexy: Tal vez así consiga lo que quiero.
Lobosolitario: ¿Y qué es lo que quieres?
Conejitasexy: Quiero que aparezcas por la ventana de mi habitación, me empotres contra la pared y me folles como si no hubiera mañana.
¡Ala! ¿De dónde demonios ha salido eso? Veo que Wolf no escribe, ¿le habré asustado?
Conejitasexy: ¿Sigues ahí?
Lobosolitario: Aquí estoy, sí… aunque acabo de tener un orgasmo instantáneo. ¿Crees que puedes decirme esas cosas en plena cena de negocios?
Conejitasexy: Tú has preguntado…
Lobosolitario: No sé qué pensar de esta nueva faceta tuya, Bunny… Te tenía por una mujer modosita y acaba de salir la fiera que hay en ti.
Conejitasexy: Nunca dije que fuese modosita…
Lobosolitario: Ya lo veo, ya. Me has puesto como una moto, nena. ¿Qué voy a hacer ahora?
Conejitasexy: Terminar la reunión con dignidad y masturbarte pensando en mí cuando llegues a casa.
Lobosolitario: Es una buena opción, aunque mejor sería follarte de una vez por todas.
Conejitasexy: Lástima que aún siga en Italia...
Lobosolitario: Te aseguro que es una suerte, nena. Aún no podemos vernos, y si hubieses estado aquí habría ido a buscarte sin pensármelo dos veces.
¡Mierda, mierda, mierda! Si estuviese en casa ahora mismo estaría teniendo una noche de sexo increíble con mi chico misterioso, descubriría por fin su voz, su rostro… y su cuerpo. ¡Mauro, te odio!
Conejitasexy: Nada te impide venir a por mí cuando vuelva.
Lobosolitario: Por supuesto que hay cosas que lo impiden, aún no estás lista.
Conejitasexy: No dejas de decirme que no estoy lista, Wolf. ¿Qué es eso tan terrible para lo que me tienes que preparar? No tienes deformidades ni discapacidades, y pareces ser un hombre cuerdo. ¿Qué es eso tan malo que no puedo saber ahora?
Lobosolitario: Deja de comerte esa cabecita preciosa en cosas que no voy a contarte aún, Bunny. Debo dejarte, que ya me están mirando raro.
Conejitasexy: Siempre huyes de la quema, Wolf...
Lobosolitario: No huyo, siempre sacas el tema en los momentos más inoportunos. Intenta descansar, nena, yo no podré hacerlo.
Conejitasexy: ¿Crees que yo sí? Ahora no voy a poder evitar imaginarte mientras te tocas pensando en mí.
Lobosolitario: Tienes a tu ayudante a mano y ambos sabemos que te gusta.
Me siento culpable por ocultarle que me acuesto con Pedro, pero no pienso poner en peligro lo que tenemos por una tontería, así que le miento descaradamente.
Conejitasexy: Eso ha estado fuera de lugar. Quiero acostarme contigo, no con él.
Lobosolitario: Perdona, Bunny, no pretendía molestarte.
Conejitasexy: Parece que te diese igual que me acostase con él.
Lobosolitario: ¿Eso crees? Si por mí fuera le partiría la cara por el simple hecho de hacer que te guste.
Conejitasexy: Pues deja de pensar en él. Me da la sensación de que no te importo nada cuando dices esas cosas.
Lobosolitario: Me importas más de lo que debería, Bunny, no te confundas. Y ahora debo irme. Buenas noches, preciosa.
Conejitasexy: Buenas noches, Wolf.
CAPITULO 39
Tras pasar horas enfundándonos en todos los vestidos que podemos, elegimos uno color champán que le queda espectacular. La verdad es que me he animado a comprarme un par de cosas para mí, entre ellas un vestido de fiesta que me ha enamorado en cuanto lo he visto. Bella me lleva a comer a un restaurante del centro bastante elegante en el que todo el mundo la conoce.
—Suelo venir a comer a menudo —aclara—. Lo echaré de menos cuando me mude a Estados Unidos.
—Es un paso enorme el que vas a dar.
—Lo sé, pero mi prometido vive en Manhattan y debo irme con él.
—Perdona si me estoy metiendo donde nadie me llama, pero…
—Sé lo que vas a decir. Todo el mundo piensa que estoy loca por casarme con Mauro a pesar de todas las infidelidades que han sido portada de revistas, y tal vez lo esté.
—Eres una mujer preciosa y divertida, Bella. No te hace falta casarte con un tipo como Mauro.
—Mi padre iba a casarme con un hombre elegido por él —confiesa jugueteando con su postre—. Un hombre más rico que Creso pero con tantos años como él, por eso decidí casarme con Mauro.
—¿Y por qué simplemente no te negaste?
—No puedes negarte cuando eres la única heredera del imperio Cavalcanti. Mi padre fundó un legado y debo darle nietos que lo continúen.
—Podrías tener al hombre que quisieras…
—Lo sé, pero no tenía tiempo de buscar uno mejor. Prefiero casarme con un hombre atractivo que me sea infiel a tener que aguantar a un anciano, Paula. Además, ahora tengo una amiga en Brooklyn con la que divertirme —contesta con una sonrisa.
—Eso no lo dudes, en cuanto estés allí te presentaré a Luisa, mi mejor amiga. Seguro que os llevaréis muy bien.
Cuando volvemos al complejo me voy a mi habitación alegando un dolor de cabeza y enciendo la aplicación de la página de citas para hablar con Wolf.
Conejitasexy: ¿Estás por ahí, Wolf?
Lobosolitario: Para ti siempre estoy disponible, preciosa. ¿Qué tal las cosas por Italia?
Conejitasexy: Bastante bien por ahora. Nuestros anfitriones son maravillosos. La hija de Cavalcanti es una mujer increíble.
Lobosolitario: Pero algo te preocupa, ¿no es cierto?
Conejitasexy: Estás empezando a conocerme demasiado bien, ¿sabes?
Lobosolitario: Es mi principal objetivo, Bunny. Cuéntame qué te preocupa.
Conejitasexy: Bella va a casarse con un hombre que la engaña y es portada de revista por sus infidelidades.
Lobosolitario: Estará enamorada de él.
Conejitasexy: No lo está. Lo hace para no tener que hacerlo con un hombre elegido por su padre. ¿Hemos retrocedido a la Edad Media y no me he enterado?
Lobosolitario: Cada familia es un mundo, nena. No te calientes la cabeza por eso.
Conejitasexy: Me da pena.
Lobosolitario: No puedes salvar a todo el mundo.
Conejitasexy: Podría partirle la cara a Mauro… si no me diera tanto miedo.
Lobosolitario: ¿Miedo?
Conejitasexy: Su prometido intentó sobrepasarse conmigo. Por suerte Pedro olvidó el teléfono en la oficina y volvió a recogerlo...
Lobosolitario: Dame su nombre.
Conejitasexy: ¿Para qué quieres saberlo?
Lobosolitario: Para matarle.
Su respuesta me arranca una carcajada. Me gusta que sea así, posesivo y protector conmigo aunque sea en la distancia.
Conejitasexy: No quiero que termines en la cárcel, Wolf. Prefiero que termines en mi cama.
Lobosolitario: Serás tú quien termine en la mía, te lo aseguro.
Conejitasexy: Mi cama es muy cómoda.
Lobosolitario: La mía es de dos metros.
Conejitasexy: Te gustan las cosas a lo grande, ¿eh?
Lobosolitario: Me gusta dormir a pierna suelta.
Conejitasexy: Aunque no quiera, debo dejarte. Se me ha hecho tarde y tengo que empezar a preparar las cosas para el anuncio.
Lobosolitario: Que lo haga tu ayudante, que para eso le pagan. Quédate conmigo.
Conejitasexy: El pobre ha pasado la mañana trabajando mientras yo me iba de compras con Bella.
Lobosolitario: ¿Y qué te has comprado? ¿Lencería irresistible para cuando nos veamos?
Conejitasexy: Me he comprado un vestido para cuando me lleves a cenar.
Lobosolitario: No se te ocurra estrenarlo hasta esa noche, Bunny. Quiero quitártelo despacio antes de hacerte el amor.
Conejitasexy: Prometido. Y ahora me marcho, que tengo mucho que hacer.
Lobosolitario: Hasta pronto, preciosa. Y no te canses demasiado.
Conejitasexy: Intentaré conectarme esta noche.
Apago la aplicación con un suspiro y pego el móvil a mi pecho.
¿Quién sería capaz de resistirse a un hombre así? Consigue derretirme solo con sus palabras, no quiero ni pensar qué pasará cuando escuche esas mismas palabras con su voz… Me levanto de la cama y voy a buscar a Pedro. Es hora de dejar de lado el placer y centrarse en el deber.
CAPITULO 38
Cuando me despierto a la mañana siguiente Pedro no está por ninguna parte, pero escucho a Stephanie en la habitación de al lado.
Suspiro aliviada porque Pedro haya sido lo suficientemente previsor para que los modelos no nos pillen juntos y me levanto para saludar a mi compañera.
—Buenos días, Steph —digo apoyándome en su puerta—. ¿Qué tal el viaje?
—Buenos días Paula. Estoy destrozada, son demasiadas horas de vuelo.
—Tendrás tiempo de descansar un par de días. Pedro y yo tenemos que preparar los escenarios antes de grabar.
—Pues hoy voy a pasarme todo el día en la cama, pero mañana iré a hacer turismo. No creo que tenga otra oportunidad de venir aquí.
—Te envidio —suspiro—. Ojalá pudiese irme contigo, pero hay mucho que preparar.
—Puedes quedarte un día más y visitar algo. Además, así podré aconsejarte para que no veas cosas innecesarias —bromea.
—¡Tú lo que quieres es ligarte a un italiano! —río.
—No sería mala idea… Tienen fama de ser buenos amantes, así que…
Tras darme una ducha me acerco a la casa principal a desayunar. Pedro ya está sentado a la mesa con el señor Cavalcanti y Bella, que me mira con una sonrisa antes de hacerme señas para que me siente a su lado.
—Buenos días, Paula —canturrea—. ¿Has dormido bien?
—La verdad es que muy bien. ¿Preparada para la grabación?
—Ay, no sé, Paula. Aún no estoy muy segura de querer hacerlo.
—Haremos una cosa. Grabamos la idea como la tengo pensada y te enseño el anuncio, y si no te gusta eliminamos tu parte y listo.
—Muy bien.
Tengo pensado enseñar algo más que sus ojos, porque es una mujer preciosa y me dará mucho juego en el anuncio, pero aún no le digo nada.
—En cuanto terminen de desayunar mi hija les acompañará a los viñedos —dice su padre dando un sorbo a su café.
—Sería estupendo, gracias —contesto—. Necesitamos saber dónde maniobrar exactamente.
Pedro no ha abierto la boca en todo el desayuno y me pregunto por qué.
Se limita a leer el periódico sin levantar la mirada, ignorándome por completo. ¿Qué demonios le pasa ahora? Anoche todo iba bastante bien…
Cuando Bella entra en el garaje para sacar el jeep me paro frente a él con los brazos en jarras.
—¿Se puede saber qué te pasa esta mañana? —pregunto.
—¿Perdón?
—Te marchas sin despedirte, no has sido capaz de darme un triste “buenos días” y ni siquiera me miras.
—Paula, dijimos que debíamos disimular, ¿no?
—Así que es eso… estás enfadado porque no quiero dormir contigo.
—No… Bueno, sí. No entiendo por qué no pueden enterarse de lo nuestro los modelos si Christian nunca trata con ellos.
—Es mi trabajo y no pienso ponerlo en riesgo por ti.
Pedro me mira dolido, pero no dice nada. En ese momento llega Bella, que conduce por un camino de tierra durante diez minutos hasta los campos de vides.
—Supongo que los campos darán lo mismo, así que voy a enseñaros la bodega.
Entramos en una nave inmensa llena de barricas de roble donde se almacena el vino. Al final de la nave hay una puerta que nos lleva a una habitación circular rodeada de estanterías en las que se almacenan las botellas de vino.
—Aquí podríamos rodar la parte del brindis, ¿qué te parece, Paula? —pregunta Pedro.
—¿Ahora me hablas? —susurro.
—Paula…
—Tendríamos que iluminarla bastante —digo sin hacerle caso—, ¿influiría eso en los vinos?
—La luz causa fotoxidación, por eso están en unas condiciones específicas de luz y temperatura —aclara Bella.
—Podríamos montar un escenario similar en otra parte —propone Pedro—. Podríamos poner botellas vacías, a fin de cuenta son oscuras y no se notará.
—Es buena idea —contesto—. ¿Dónde podríamos montar algo similar?
—Se me ocurre que en el garaje de casa podría hacerse —dice Bella —. Habría que desalojarlo, pero podríamos arreglarlo.
—Necesito que busques quien nos fabrique unas estanterías similares a las de vuestra bodega.
—Llama a nuestro proveedor —dice Bella extendiéndole una tarjeta —. Dile que es para nosotros y que lo carguen en la cuenta de la empresa.
—No puedo dejar que… —empiezo a decir.
—No discutas, Paula, mi padre dijo que correría con todos los gastos. Además, podremos usarlas para una nueva remesa de vinos.
—Muy bien —suspiro—. Ahora hablemos de ti.
—¿De mí? —pregunta Bella extrañada.
—Tengo una idea que tal vez te aterre, pero te aseguro que será la mejor campaña publicitaria del mundo.
—Te escucho.
—Quiero meter entre las escenas de los amantes algunas tuyas, escenas relámpago, pero no solo de tus ojos.
—No.
—Bella… Imagínatelo —dice Pedro acercándose—. Un par de enamorados corriendo… y un flash de tus ojos. Las barricas de vino, un flash de tu pelo, por ejemplo. Los novios brindando y un flash de tu precioso vestido de noche.
—Pero…
—No saldrá tu cara, Bella —la animo—. Saldrán otras partes de ti.
—Lo voy a intentar, Paula, pero no te prometo nada.
—Con eso es suficiente. Ahora, mientras Pedro se ocupa de todos los asuntos del escenario con tu padre, tú y yo nos vamos a ir a explorar tu armario.
—¿Para qué?
—Tengo el vestido de novia de la modelo, pero al ser una idea de última hora tenemos que encontrar el vestido adecuado para ti.
—Acabas de darme la excusa perfecta para ir de compras.
—Seguro que tienes algún vestido que nos sirva, Bella.
—Tengo varios, pero no pensarás negarme el placer de comprarme uno nuevo, ¿verdad?
—Si es lo que quieres…
—Lo suponía.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)