viernes, 30 de agosto de 2019
CAPITULO 38
Cuando me despierto a la mañana siguiente Pedro no está por ninguna parte, pero escucho a Stephanie en la habitación de al lado.
Suspiro aliviada porque Pedro haya sido lo suficientemente previsor para que los modelos no nos pillen juntos y me levanto para saludar a mi compañera.
—Buenos días, Steph —digo apoyándome en su puerta—. ¿Qué tal el viaje?
—Buenos días Paula. Estoy destrozada, son demasiadas horas de vuelo.
—Tendrás tiempo de descansar un par de días. Pedro y yo tenemos que preparar los escenarios antes de grabar.
—Pues hoy voy a pasarme todo el día en la cama, pero mañana iré a hacer turismo. No creo que tenga otra oportunidad de venir aquí.
—Te envidio —suspiro—. Ojalá pudiese irme contigo, pero hay mucho que preparar.
—Puedes quedarte un día más y visitar algo. Además, así podré aconsejarte para que no veas cosas innecesarias —bromea.
—¡Tú lo que quieres es ligarte a un italiano! —río.
—No sería mala idea… Tienen fama de ser buenos amantes, así que…
Tras darme una ducha me acerco a la casa principal a desayunar. Pedro ya está sentado a la mesa con el señor Cavalcanti y Bella, que me mira con una sonrisa antes de hacerme señas para que me siente a su lado.
—Buenos días, Paula —canturrea—. ¿Has dormido bien?
—La verdad es que muy bien. ¿Preparada para la grabación?
—Ay, no sé, Paula. Aún no estoy muy segura de querer hacerlo.
—Haremos una cosa. Grabamos la idea como la tengo pensada y te enseño el anuncio, y si no te gusta eliminamos tu parte y listo.
—Muy bien.
Tengo pensado enseñar algo más que sus ojos, porque es una mujer preciosa y me dará mucho juego en el anuncio, pero aún no le digo nada.
—En cuanto terminen de desayunar mi hija les acompañará a los viñedos —dice su padre dando un sorbo a su café.
—Sería estupendo, gracias —contesto—. Necesitamos saber dónde maniobrar exactamente.
Pedro no ha abierto la boca en todo el desayuno y me pregunto por qué.
Se limita a leer el periódico sin levantar la mirada, ignorándome por completo. ¿Qué demonios le pasa ahora? Anoche todo iba bastante bien…
Cuando Bella entra en el garaje para sacar el jeep me paro frente a él con los brazos en jarras.
—¿Se puede saber qué te pasa esta mañana? —pregunto.
—¿Perdón?
—Te marchas sin despedirte, no has sido capaz de darme un triste “buenos días” y ni siquiera me miras.
—Paula, dijimos que debíamos disimular, ¿no?
—Así que es eso… estás enfadado porque no quiero dormir contigo.
—No… Bueno, sí. No entiendo por qué no pueden enterarse de lo nuestro los modelos si Christian nunca trata con ellos.
—Es mi trabajo y no pienso ponerlo en riesgo por ti.
Pedro me mira dolido, pero no dice nada. En ese momento llega Bella, que conduce por un camino de tierra durante diez minutos hasta los campos de vides.
—Supongo que los campos darán lo mismo, así que voy a enseñaros la bodega.
Entramos en una nave inmensa llena de barricas de roble donde se almacena el vino. Al final de la nave hay una puerta que nos lleva a una habitación circular rodeada de estanterías en las que se almacenan las botellas de vino.
—Aquí podríamos rodar la parte del brindis, ¿qué te parece, Paula? —pregunta Pedro.
—¿Ahora me hablas? —susurro.
—Paula…
—Tendríamos que iluminarla bastante —digo sin hacerle caso—, ¿influiría eso en los vinos?
—La luz causa fotoxidación, por eso están en unas condiciones específicas de luz y temperatura —aclara Bella.
—Podríamos montar un escenario similar en otra parte —propone Pedro—. Podríamos poner botellas vacías, a fin de cuenta son oscuras y no se notará.
—Es buena idea —contesto—. ¿Dónde podríamos montar algo similar?
—Se me ocurre que en el garaje de casa podría hacerse —dice Bella —. Habría que desalojarlo, pero podríamos arreglarlo.
—Necesito que busques quien nos fabrique unas estanterías similares a las de vuestra bodega.
—Llama a nuestro proveedor —dice Bella extendiéndole una tarjeta —. Dile que es para nosotros y que lo carguen en la cuenta de la empresa.
—No puedo dejar que… —empiezo a decir.
—No discutas, Paula, mi padre dijo que correría con todos los gastos. Además, podremos usarlas para una nueva remesa de vinos.
—Muy bien —suspiro—. Ahora hablemos de ti.
—¿De mí? —pregunta Bella extrañada.
—Tengo una idea que tal vez te aterre, pero te aseguro que será la mejor campaña publicitaria del mundo.
—Te escucho.
—Quiero meter entre las escenas de los amantes algunas tuyas, escenas relámpago, pero no solo de tus ojos.
—No.
—Bella… Imagínatelo —dice Pedro acercándose—. Un par de enamorados corriendo… y un flash de tus ojos. Las barricas de vino, un flash de tu pelo, por ejemplo. Los novios brindando y un flash de tu precioso vestido de noche.
—Pero…
—No saldrá tu cara, Bella —la animo—. Saldrán otras partes de ti.
—Lo voy a intentar, Paula, pero no te prometo nada.
—Con eso es suficiente. Ahora, mientras Pedro se ocupa de todos los asuntos del escenario con tu padre, tú y yo nos vamos a ir a explorar tu armario.
—¿Para qué?
—Tengo el vestido de novia de la modelo, pero al ser una idea de última hora tenemos que encontrar el vestido adecuado para ti.
—Acabas de darme la excusa perfecta para ir de compras.
—Seguro que tienes algún vestido que nos sirva, Bella.
—Tengo varios, pero no pensarás negarme el placer de comprarme uno nuevo, ¿verdad?
—Si es lo que quieres…
—Lo suponía.
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