lunes, 2 de septiembre de 2019
CAPITULO 49
Tras diez horas de vuelo llego por fin a mi casa.
Estoy cansada, me siento sucia y tengo un hambre voraz, así que aunque ya son las cinco de la tarde llamo a mi restaurante chino favorito antes de meterme en la ducha. El agua caliente me deja medio dormida, y me termino de vestir por el pasillo cuando suena el timbre de la puerta. Me siento en el sofá con la comida y picoteo un poco de todo mientras hago zapping. Después me sirvo un chocolate caliente y tras bebérmelo me dejo caer en la cama, donde me quedo profundamente dormida casi al instante.
No sé cuánto llevo dormida, pero el sol que entra por la ventana indica que debe ser cerca del mediodía. El timbre de la puerta me saca de la cama y me sorprende ver a Lu, que me abraza y me coge de la barbilla para inspeccionar atentamente mis heridas.
—¿Cómo has sabido que he vuelto? —pregunto sorprendida de verla.
—Christian me llamó ayer para avisarme. Sabía que estarías bastante cansada, así que te dejé dormir toda la tarde. ¿Cómo te encuentras?
—Estoy bien, Lu. Algo dolorida aún, pero bien.
—Espero que ese desgraciado pase mucho tiempo entre rejas — protesta entrando en mi cocina—. Voy a preparar algo de comer, ¿te parece?
—Será mejor que llamemos al restaurante, dejé el frigorífico vacío antes de irme a Italia.
—¿Chino?
—Ya comí ayer. Aunque parezca increíble me apetece comerme una hamburguesa. Una enorme hamburguesa casera de ternera de las que sirven en el restaurante de la esquina.
—Muy bien, voy a hacer el pedido.
Lu se marcha porque no tengo el teléfono del restaurante y vuelve media hora después con una enorme tarrina de helado de pistacho, dos hamburguesas completas con patatas fritas y dos refrescos. Se sienta a mi lado y me pasa mi comida antes de dar buena cuenta de la suya.
—¿Qué tal las cosas por aquí en mi ausencia? —pregunto.
—Volví a encontrarme con Eduardo.
—¿En serio? ¿Dónde? ¿Y qué pasó? Cuéntamelo todo.
—Iba a mi cita con el dentista y nos cruzamos en la puerta del hospital. Al principio se quedó helado, pero luego intentó evitarme y pasar por mi lado como si no me conociera, así que le cogí del brazo y empecé a gritarle.
—¿Y qué hizo?
—Al principio intentó zafarse, pero al ver que no iba a soltarlo así como así suspiró y me cogió de la cintura para llevarme a un lugar apartado y explicármelo todo.
—¿Por qué desapareció?
—Tiene un tumor. Se lo detectaron antes de conocernos y tenía la esperanza de que fuese benigno, así que empezó a salir conmigo. Cuando le dieron los resultados de la biopsia y descubrió que era cáncer desapareció.
—Entiendo.
—Le gustaba más de lo que creía y quería evitarme que sufriera los síntomas de la quimio con él, así que desapareció. Tras mucho discutir conseguí convencerle de que pienso estar a su lado tanto si le gusta como si no… y esa misma noche hicimos por fin el amor.
—¿Sabes dónde te metes? La quimio es muy dura y Eduardo estará hecho polvo la mayor parte del tiempo.
—Lo sé, pero le quiero, Paula. Además, gracias a la quimio el tumor se ha reducido y es operable, así que en una semana se lo quitarán y seremos libres por fin.
—No es tan fácil…
—¿Crees que no lo sé? Tendrá que seguir con el tratamiento un tiempo, pero después de eso estará curado y podremos vivir tranquilos.
—En ese caso, me alegro mucho por ti.
—¿Y tú qué tal con tu lobo?
—Creo que me estoy enamorando de él, Lu. No te lo he contado, pero llevo un tiempo acostándome con Pedro.
—¡Lo sabía! —exclama saltando en el sofá.
—No te pongas tan contenta. El sexo ha sido muy bueno, pero solo era sexo. Al principio se lo oculté a Wolf porque pensé que no iba a enterarse de nada, pero cuanto más hablábamos más culpable me sentía por hacerlo y hace un par de días se lo conté todo.
—¿Y qué pasó?
—Me dijo que dejase a Pedro, y es lo que voy a hacer. Iba a decírselo, pero Mauro me agredió y…
—Y Christian te mandó a casa.
—Sí, y creo que es mejor así. Prefiero que la cosa termine estando en casa, porque si decide dejar de trabajar conmigo y alejarse no tendrá que aguantar mi presencia ni un solo instante más del necesario.
—¿Y por qué iba a dejar de trabajar contigo? Acabas de decirme quesolo era sexo.
—Sí, pero estos días atrás se ha comportado de forma extraña, como si fuese mi novio. ¿Y si piensa que tenemos una relación? Se sentirá defraudado y dolido.
—Es su problema si se siente así. Desde el primer momento le dejaste claro que era solo sexo, ¿no?
—Más o menos, sí.
—Pues entonces deja de preocuparte. Cuéntale la verdad, que has conocido a un chico que te gusta mucho y que quieres intentarlo con él, seguro que te entiende.
—¿Y si no lo hace?
—Pues si no lo hace él se lo pierde, Paula. No puedes seguir con él solo por miedo a no hacerle daño, ¿sabes?
—Tienes razón. En cuanto vuelva de Italia hablaré con él. Wolf dice que ya estoy lista para conocernos, así que cuanto antes rompa con Pedro, antes conoceré a mi amante secreto.
Pasamos toda la tarde poniéndonos al día de nuestras cosas, y cuando llega la hora de marcharse le pido que se quede, pero ella declina la oferta.
—Lo siento, Paula, pero mañana trabajo y tengo que madrugar — dice colgándose el bolso al hombro.
—¿Tienes que madrugar o has quedado con Eduardo? —pregunto alzando las cejas.
—También, para qué te voy a engañar. Hemos quedado para ir a cenar y seguramente me quedaré a dormir en su casa.
—En ese caso diviértete, yo hablaré con Wolf antes de irme a dormir.
—Si necesitas algo, llámame, por favor.
—¿Y estropearte tu noche de pasión? Ni hablar. Anda, vete ya que vas a llegar tarde.
En cuanto se marcha bajo al supermercado a comprar algo para llenar el frigorífico y me meto en la cocina a prepararme la cena. Me llega un whatsapp de Pedro en el que me cita por Skype dentro de diez minutos, así que enciendo el portátil y enchufo la cámara.
—Buenas noches en Nueva York, jefa —me saluda—. ¿Cómo te encuentras?
—Bastante bien. Estaba preparándome la cena. ¿Qué tal todo por allí?
—Hemos terminado de grabar el anuncio. Mañana volveremos a casa.
Mañana… pensé que tendría más tiempo para preparar mi discurso de ruptura…
—¿Seguro que estás bien, Paula? —pregunta mirándome con curiosidad— Te has puesto pálida.
—Sí, es solo que estoy bastante cansada. No me acostumbro a nuestro horario habitual, eso es todo.
—Pues entonces te dejo que cenes y te acuestes. En un par de días nos vemos en el despacho y ultimamos los detalles del anuncio, ¿te parece?
—Perfecto. Buenas noches, Pedro.
—Buenas noches, nena.
Apago la cámara con una sensación agridulce en el estómago. No quiero terminar con él, es un gran hombre, divertido y me hace sentir bien, pero no puedo evitar que algo en mi corazón me diga que es con Wolf con quien debo estar.
Termino de hacerme la cena y después de comer me meto de nuevo en la cama, y aunque tardo algo más que ayer me duermo profundamente.
CAPITULO 48
A la mañana siguiente me siento como si me hubiese atropellado un camión… o un tren de mercancías. Me duele todo el cuerpo y no puedo abrir el ojo de lo que se me ha hinchado, pero aun así me levanto de la cama con la intención de ir a trabajar. Veo a Stephanie salir del cuarto de baño secándose el pelo y me mira con una ceja arqueada cuando me ve sentada en la cama.
—¿Dónde crees que vas? —pregunta.
—A trabajar, ¿dónde si no?
—¿Con esa cara? Quédate en la cama, Paula.
—Hay mucho que hacer y quiero volver a casa de una vez, Steph.
—Tienes el ojo como una pelota de tenis morada.
—Me pondré gafas de sol.
—Christian y Pedro son muy capaces de hacer el trabajo, ¿sabes?
—¿Christian ya está aquí?
—Pedro me mandó un mensaje hace veinte minutos para decirme que había llegado.
—Pues con más motivo tengo que levantarme —contesto poniéndome de pie.
Me doy una ducha e intento disimular con maquillaje el moratón que tengo en la boca. El del ojo es imposible hacerlo, así que me pongo mis gafas de sol y bajo al salón a desayunar. En cuanto Christian me ve aparecer se acerca a mí bastante avergonzado y me abraza con fuerza.
—Perdóname, pequeña. Si llego a saberlo…
—No es culpa tuya, Christian. No tengo que perdonarte nada.
—No debí mandarte a hacer este trabajo. Si no lo hubiera hecho, ahora…
—Estoy bien, solo tengo unos cuantos moratones. El señor Cavalcanti llegó a tiempo.
—Nunca podré pagarle por eso.
—¿Qué tal si desayunamos y nos ponemos a trabajar? —sugiero— Estoy deseando volver a casa.
—Te marcharás en el avión de las cuatro, Paula —dice mi jefe—. Necesitas descansar y recuperarte.
—No voy a irme a ninguna parte. Aún no he terminado mi trabajo.
—Sé exactamente lo que quieres para el anuncio —añade Pedro, que ha permanecido en silencio hasta ahora—. Me las apañaré muy bien sin ti.
—Pero…
—Paula, por favor, vete a casa y descansa un par de días, ¿de acuerdo? —dice Christian— Necesitas reponerte de todo esto.
—Estoy bien, ¿Cuántas veces debo decirlo?
—Es una orden —sentencia—. Que no te lo tenga que volver a repetir.
Suspiro pero al final asiento y me acerco a la mesa a desayunar. Subo a mi habitación a hacer la maleta, y unos minutos después Pedro entra y cierra la puerta a sus espaldas.
—¿Lo tienes todo listo? —pregunta.
—Sí, solo me falta meter el neceser.
—Es lo mejor para ti, nena.
—Lo sé, pero no quiero irme sin dejar el trabajo terminado.
—¿Crees que no seré capaz de hacerlo bien sin ti?
—Sé que lo harás perfectamente, pero necesito supervisarlo personalmente.
—Mi obsesa del control al ataque de nuevo… —susurra abrazándome
— Te voy a echar mucho de menos.
Me besa y por suerte no tengo que contestarle.
Sus labios acarician los míos suavemente, y por un momento creo que voy a tener que apartarle de mí para evitar terminar en la cama, pero para mi sorpresa se aparta y coloca un mechón de pelo tras mi oreja.
—Intenta descansar un poco antes de comer. El vuelo es muy largo y vas a terminar destrozada.
—No necesito dormir, Pedro. Puedo hacer algo mientras tanto.
—Métete en la cama o te juro que me aseguraré de que te quedes ahí metida aunque eso signifique revelarle a mi tío lo nuestro.
Obedezco sin rechistar y Pedro quita la maleta de los pies de la cama y me cubre con el edredón.
—Ahora a dormir. Mandaré a Stephanie a despertarte cuando vayamos a comer.
Pedro se marcha y salto de la cama para coger el teléfono. Si tengo que permanecer en la cama al menos hablaré un rato con Wolf… que por suerte está en línea.
Conejitasexy: Buenos días, Wolf.
Lobosolitario: Buenos días, cariño. ¿Qué tal te encuentras?
Conejitasexy: Mejor. Hoy vuelvo a Nueva York.
Lobosolitario: ¿Has terminado el anuncio?
Conejitasexy: No, pero mi jefe ha venido a sustituirme. Quiere que me tome unos días libres para descansar y reponerme.
Lobosolitario: Bien por tu jefe.
Conejitasexy: Me gustaría quedarme para terminar mi trabajo, pero no me permiten hacerlo. Ni él ni mi ayudante.
Lobosolitario: ¿Acaso crees que tu ayudante no será capaz de hacer el anuncio sin ti?
Conejitasexy: Mi ayudante es más que capaz de hacerlo. De hecho si quisiera podría arrebatarme el puesto.
Lobosolitario: ¿Entonces por qué no aprovechas las vacaciones que te han dado? Relájate y reponte de los golpes, nena. El trabajo puede esperar.
Conejitasexy: Podría aprovechar para conocerte.
Lobosolitario: No es el momento. Aún no.
Conejitasexy: Nunca es el momento.
Lobosolitario: Pronto lo será, te lo prometo.
Conejitasexy: Aún no he terminado con Pedro.
Lobosolitario: ¿Quieres hacerlo?
Conejitasexy: Sí, claro, pero con todo lo que ha pasado no creo que sea el momento. Lo haré cuando regrese de Italia.
Lobosolitario: ¿Has vuelto a acostarte con él?
Conejitasexy: No, no lo he hecho.
Lobosolitario: Buena chica. ¿A qué hora sale tu vuelo, Bunny?
Conejitasexy: A las cuatro. Me han obligado a dormir antes de comer, por eso he aprovechado para hablar contigo.
Lobosolitario: Deberías obedecer y descansar, nena. El vuelo es muy largo.
Conejitasexy: Puedo dormir en el avión.
Lobosolitario: Cierto, pero es mucho más incómodo. Puedes dormir ahora y aprovechar el vuelo para leer, por ejemplo.
Conejitasexy: Buena idea. La verdad es que los analgésicos me dan algo de sueño.
Lobosolitario: Pues intenta dormir. Hasta pronto, preciosa.
Conejitasexy: Hasta pronto, Wolf.
CAPITULO 47
Tras llamar a Stephanie me acurruco en la cama con un suspiro. No sé si es el cansancio, la tensión o el miedo, pero estoy tan cansada que apenas puedo mantener los ojos abiertos. En cuanto Steph cierra la puerta a sus espaldas, se acurruca a mi lado y me mira con los ojos enrojecidos por las lágrimas. Llevamos más de un año trabajando juntas y nos hemos hecho amigas, así que sé que está preocupada de verdad por mí.
—¿Estás bien, Paula? —pregunta.
—Muy bien, solo necesitaba a alguien cerca. ¿Cómo estás tú?
—La verdad, cuando vi a Cavalcanti traerte en brazos casi me da un infarto.
—Deja de preocuparte, estoy bien.
—No me mientas, nadie puede estarlo después de lo que ha pasado.
—Tengo a alguien en casa y he hablado con él hace un rato. Ha sido él quien me ha dicho que te llame, de hecho.
—Bien por el macizo.
—No sé si es un macizo —río—. Aún no lo he conocido en persona.
—No me digas que te has apuntado a la página de citas…
—Pues sí, Lu me la recomendó.
—A mí también. He conocido a un par de chicos, pero todavía no he conocido a uno que me convenza.
—Yo sigo conociéndole. Vamos muy poco a poco, pero lo que voy descubriendo de él me gusta.
—Ojalá te salga bien. ¿Necesitas algo?
—Solo necesitaba no estar sola esta noche.
—Pues aquí me tienes. No soy tu macizo, pero puedo hacer el apaño.
Me río ante sus bromas y tras hacerme un ovillo cierro los ojos y me quedo completamente dormida.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)