domingo, 1 de septiembre de 2019
CAPITULO 46
Me despido de mis anfitriones y obedezco a Pedro porque estoy muy cansada y me duele mucho la cabeza. Cuando llego a la habitación veo que hay sobre la mesita de noche un vaso de leche y un trozo de un bizcocho de chocolate cubierto de azúcar glass.
—Solo te dije un vaso de leche.
—La señora Cavalcanti lo ha hecho especialmente para ti, Paula, así que no seas desconsiderada.
Me siento en el borde de la cama y tras tomarme la pastilla doy un bocado al bizcocho. Es muy dulce, con trocitos de avellanas, y no puedo evitar gemir con los ojos cerrados para saborearlo.
—Está buenísimo —aclaro—. ¿Qué es?
—Se llama panforte. Es un bizcocho hecho con azúcar, miel y chocolate.
—Le pediré la receta en cuanto la vea. ¿Puedes darle las gracias por mí?
—Mañana se las daré, te lo prometo. Y ahora a dormir.
Me tumbo en la cama y tras taparme con las mantas, Pedro se tumba a mi lado. Ahora mismo lo que más deseo es hacerme un ovillo abrazada a alguien, pero no a Pedro, sino a Wolf, así que le miro con una sonrisa de disculpa.
—Pedro, ¿te importa marcharte? Necesito estar sola.
Aunque al principio le choca mi petición, asiente y se marcha cerrando la puerta con suavidad.
Miro a mi alrededor y veo que mis cosas han sido trasladadas a esta habitación y que mi teléfono descansa sobre el tocador, así que lo cojo y abro la aplicación de citas para hablar con Wolf.
Conejitasexy: Buenas noches, Wolf.
Aún no está en línea, y tarda unos diez minutos en contestar.
Lobosolitario: Buenas noches, Bunny. ¿Ya estás en la cama?
Conejitasexy: Llevo en la cama toda la tarde.
Lobosolitario: ¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?
Conejitasexy: No exactamente.
Lobosolitario: Cuéntamelo, nena. Sé que quieres hacerlo.
Y es cierto. Tengo unas ganas enormes de desahogarme con él, de contarle lo que me ha pasado y de que me abrace, pero esto último no va a pasar así que me tendré que conformar con lo primero.
Conejitasexy: Mauro ha intentado violarme.
Lobosolitario: ¿Estás bien?
Conejitasexy: Solo un poco magullada. Tengo el ojo hinchado y el labio partido, pero el señor Cavalcanti y Pedro aparecieron a tiempo.
Lobosolitario: Le mataré, Bunny. Juro por Dios que le encontraré y le mataré.
Conejitasexy: Ya ha sido puesto a disposición judicial. Será extraditado y juzgado en nuestro país.
Lobosolitario: Ojalá pudiera estar allí contigo.
Conejitasexy: Ojalá estuvieses aquí para abrazarme.
Una lágrima resbala por mi mejilla y la aparto con la mano haciéndome daño en el maldito ojo amoratado. Ahora que todo ha terminado tengo que expulsar toda la tensión, eso debe ser.
Lobosolitario: ¿Está por ahí tu ayudante?
Conejitasexy: ¿A qué viene preguntar por él ahora?
Lobosolitario: Necesitas estar con alguien, Bunny. Llámale.
Conejitasexy: Acabo de echarle. Iba a quedarse conmigo, pero no es a él a quien necesito, sino a ti.
Lobosolitario: No deberías estar sola.
Conejitasexy: En ese caso llamaré a Stephanie para que duerma conmigo.
Lobosolitario: ¿Y quién es esa Stephanie?
Conejitasexy: La modelo.
Lobosolitario: Muy bien, pues llama a Stephanie y que duerma contigo.
Conejitasexy: Pareces mi padre.
Lobosolitario: Parezco más bien un novio preocupado.
Conejitasexy: Aún no eres mi novio.
Lobosolitario: Pero tengo intención de serlo, ¿o es que aún no te has enterado?
Conejitasexy: Me hacía una idea, sí.
Lobosolitario: ¿Te encuentras mejor?
Conejitasexy: La verdad es que sí. Necesitaba hablar contigo.
Lobosolitario: Estaré aquí siempre que me necesites, cariño. Y ahora llama a tu amiga y vete a descansar.
Conejitasexy: ¿Me estás echando?
Lobosolitario: Descaradamente.
Conejitasexy: Te haré caso… pero solo porque me duele la cabeza.
Lobosolitario: Me da igual por qué lo hagas… mientras lo hagas.
Conejitasexy: Buenas noches, Wolf.
Lobosolitario: ¿Por qué me sigues llamando así si ya sabes mi nombre?
Conejitasexy: No sé… creo que no te pega demasiado ese nombre. Te pega más Wolf.
Lobosolitario: Yo creo que te gusta más llamarme así. Confiesa, Bunny.
Conejitasexy: Es cierto. Me parece más excitante.
Lobosolitario: Venga, nena. A la cama.
Conejitasexy: Está bien. Que descanses, Wolf.
Lobosolitario: Dulces sueños, Bunny.
CAPITULO 45
Cuando me despierto ya es noche cerrada. No estoy en mi habitación, este cuarto es mucho más grande y lujoso que el que tengo en el apartamento y puedo notar el perfume de Bella flotando en el aire. Me duelen muchísimo la cabeza y la boca, y no puedo evitar gemir cuando intento volver la cabeza para ver quién está junto a mí. Como suponía es Pedro, que se ha tumbado a mi lado y me está acariciando el pelo con cara de culpabilidad.
—¿Cómo te encuentras? —susurra sin apartar la mirada de mi rostro magullado.
—Me duele toda la cara.
—Lo siento, Paula. Perdóname.
Lo sabía. Pedro se culpa por lo que ha pasado.
—No es culpa tuya —contesto—. Tú no me golpeaste.
—Debí estar allí para protegerte. Debí…
—No eres mi novio ni mi guardaespaldas, Pedro. No tienes por qué salvarme siempre.
—Pero si me hubiera quedado esto no habría pasado.
—Puede que no, o puede que hubieses estado en otra parte y habría pasado igualmente.
—¿Necesitas algo? ¿Te traigo algo de comer?
—No tengo hambre, solo quiero dormir.
—Max llamó al médico en cuanto te desmayaste. Tienes que tomarte el antiinflamatorio con el estómago lleno, así que vas a tomar algo.
—Un vaso de leche, tal vez.
Consigo sentarme en la cama sin terminar llorando de dolor, y Pedro acomoda unos mullidos cojines tras mi espalda.
—Espera un momento, voy a traerte la leche.
Le veo salir de la habitación y me acerco al espejo del tocador para ver el desastre que ahora mismo luzco por cara. Tengo el ojo bastante hinchado y amoratado y un corte muy feo cruza mi labio, que el doctor ha tenido que cerrar con varios puntos. Aparte de eso, tengo un moratón que cubre toda la mejilla que Mauro me golpeó. Por desgracia mi nuevo aspecto no puedo cubrirlo con unas simples gafas de sol, y como volvemos a Manhattan en
pocos días voy a tener que dar explicaciones a mi jefe en cuanto me vea aparecer por la oficina.
De pronto unos gritos me llegan a través de la puerta de la habitación, y corro buscando el origen temiendo que Mauro y Pedro hayan vuelto a liarse a golpes, pero en vez de a ellos encuentro a Bella y Max discutiendo a pleno pulmón.
—¡¿Pero te has vuelto loca?! —grita Max— ¡No puedes casarte con ese desgraciado!
—¡Me casaré con quien me dé la gana! ¡Ya soy mayor de edad para tomar mis propias decisiones!
—¡¿Acaso no has visto lo que le ha hecho a esa pobre muchacha?! ¿Qué crees que te hará a ti en cuanto estéis solos?
—¡Si no me obligaras a casarme con un hombre que podría ser mi padre no estaría planteándome una idea tan descabellada!
Ambos se quedan en silencio, mirándose con la respiración acelerada.
—¿Por eso te casas con él? ¿Porque te sugerí que te casaras con Luca?
—¡Tú no sugieres, papá! ¡Tú mandas y ordenas!
—¿Crees que te obligaría a hacer algo que no quieras, Bella? ¡Yo solo quiero que seas feliz!
—¡Pues déjame serlo a mi manera!
—Muy bien… muy bien. ¿Qué es lo que quieres? Dime qué quieres y te lo concederé.
—Quiero dirigir la sede de Nueva York.
—Pero estarás sola, no tendrás a nadie que te ayude…
—Me tendrá a mí —interrumpo descubriendo mi presencia y enlazando el brazo con el de Bella—, y también tendrá a Stephanie, y a Jay y Pedro. No estará sola, Max, te lo prometo.
—Muy bien, arreglaré las cosas para que te ocupes cuanto antes de la empresa en Nueva York.
—Ya puedes echar a ese desgraciado a patadas, papá —contesta Bella abrazando a su padre.
—Y tú, jovencita —protesta Max dirigiéndose a mí— deberías estar descansando.
—Vine en cuanto escuché los gritos porque temía que Pedro matase a Mauro con sus propias manos —aclaro.
—Mauro está bajo custodia policial —contesta Max—. Será extraditado cuanto antes a vuestro país y juzgado por intento de violación.
—Ya he llamado a mi tío para contarle lo que ha pasado —dice Pedro desde la puerta—. Llegará mañana en el avión de las cuatro para que vuelvas a casa.
—Pero yo no quiero volver a casa —protesto—, quiero terminar de rodar el anuncio.
—Eso tendrás que decírselo a él cuando llegue. Y ahora a la cama.
CAPITULO 44
Me paso toda la tarde en el garaje ultimando los detalles del escenario.
He puesto algunos racimos de uvas esparcidos por las estanterías para embellecerlas porque solo con las botellas vacías me parecían algo sosas, y en vez de una mesa de madera como en la bodega original he optado por una barrica barnizada que he visto abandonada en una esquina. Ya está todo listo para la grabación, solo faltan los modelos y las copas de vino, así que apago la luz dispuesta a marcharme, pero al darme la vuelta me encuentro de frente con Mauro, que me mira con esa sonrisa asquerosa que tanto he llegado a odiar.
Ahora no está Pedro para salvarme. Les he dado la tarde libre a todos y se han ido a hacer turismo por la ciudad, y mi corazón late a mil por hora debido al miedo que siento ahora mismo.
Aunque le he amenazado antes con darle un puñetazo sería un esfuerzo inútil, y encima no fui a las dichosas clases de defensa personal a las que se apuntó Luisa el año pasado. Levanto la barbilla en un intento de parecer menos asustada.
—¿Qué quieres? —pregunto.
—Vaya… así que después de todo sí que eres valiente… me gusta eso en una mujer, Paula.
—Márchate de aquí.
—Me parece que no. Tengo entendido que no tienes a tu perrito faldero cerca para salvarte, así que voy a coger cuanto quiera y tú no vas a contarlo.
Me alejo andando hacia atrás pero me doy contra las estanterías haciendo tintinear las botellas, e intento escapar por su lado, pero me atrapa por la cintura y me aprisiona contra la pared.
—¡Suéltame, joder! —grito intentando zafarme— ¡Suéltame o gritaré!
—Nadie va a escucharte, Paula. Estamos solos tú y yo.
—¡Si no me sueltas te juro por Dios que…
Pega su boca a la mía con fuerza, magullándome los labios con los dientes, y por más que intento golpearle no consigo darle ni un solo golpe.
Cambio entonces de táctica y abro un poco los labios para dejarle introducir su lengua en mi boca, y cierro los dientes con fuerza.
Él aúlla, se aparta de mí y me da una bofetada que me hace ver estrellas y chocar contra la pared. Aunque siento mi mejilla magullada sonrío con satisfacción porque veo la sangre correr por la comisura de sus labios.
—¡Maldita mujer! —protesta— ¿Crees que esto va a detenerme? Conseguí a su mujer, ¡y voy a conseguirte a ti aunque tenga que hacerlo por la fuerza!
—¡Tendrás que matarme, desgraciado! ¡Pelearé mientras me queden fuerzas contra ti! Te odio, ¿me oyes? ¡Me das asco!
Mauro vuelve a golpearme y caigo de rodillas en el suelo. Intento levantarme una vez más, siento la sangre bombear en mis oídos, y cuando consigo hacerlo un nuevo golpe me estrella contra la pared, dejándome sin fuerzas para levantarme de nuevo.
—¡Hijo de puta!
La voz de Pedro es ahora mismo la del mismísimo Dios. Me hago un ovillo en el suelo sollozando, incapaz de levantar la mirada.
Escucho los golpes que mi salvador le está propinando al desgraciado, pero solo puedo seguir llorando recorrida por un alivio tan grande que me impide respirar.
Unos fuertes brazos me levantan del suelo y me aprisionan contra un pecho masculino, y levanto la vista para ver que es el señor Cavalcanti quien me saca de allí.
—Se acabó, pequeña —susurra—. Se acabó.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)