viernes, 23 de agosto de 2019

CAPITULO 16




A la mañana siguiente el despertador me saca de golpe de un sueño muy caliente con mi chico misterioso. Un jacuzzi, velas, incienso… un hombre con un cuerpo de infarto cumpliendo mis mayores fantasías… Si por mí fuera volvería a la cama y terminaría lo que habíamos empezado, pero tengo que irme a trabajar. En cuanto enciendo los datos del teléfono me llega el aviso de un mensaje de Lobo solitario en la página de citas.


Buenos días, preciosa. Que tengas un buen día… en lo que sea que trabajes.
Yo voy ya camino del mío… que mantendré en secreto, por ahora.



Sonrío ante el halo de misterio que está creando a su alrededor. Wolf 
sabe muy bien cómo jugar sus cartas, con ello lo único que está consiguiendo es que me pique aún más la curiosidad por él. Le contesto de inmediato.


Buenos días, chico solitario, madrugas demasiado. Yo acabo de despertarme,

aún tardaré un poco en llegar al trabajo. Yo tampoco voy a revelarte mi profesión… por ahora.


Como cada mañana, paro en la pastelería que hay en la esquina de mi 
trabajo para comprar los dulces del desayuno, aunque esta vez me decanto por unos pastelillos salados que tienen una pinta extraordinaria. Cuando llego al despacho, me sorprende encontrarlo desierto. Pedro ya ha llegado, porque su chaqueta está en la percha y los ordenadores están encendidos, pero no hay rastro de él por ningún sitio, así que me sirvo el café y coloco la caja de dulces junto a la cafetera. Quince minutos después aparece Pedro por mi puerta con cara de haberle pasado un tren por encima.


—Buenos días, Pedro, ¿estás bien? Tienes muy mala cara —saludo levantando la vista hacia él.


—Buenos días, jefa. Me he despertado con una migraña horrible esta mañana y no me quedaban analgésicos.


—La próxima vez que te pase mira en el segundo cajón de mi escritorio. Es mi botiquín personal y tengo de todo.


—Lo tendré en cuenta la próxima vez, gracias —contesta mostrándome la bolsita de la farmacia.


La mañana pasa bastante tranquila y a las dos me acerco al despacho de Pedro con intención de mandarle a casa si sigue con migraña.


—¿Cómo va esa cabeza? —pregunto.


—Mejor, gracias. De ser insoportable ha pasado a ser un leve dolor de cabeza. Con suerte mañana estaré perfectamente.


—Vete a casa, el día está siendo bastante tranquilo y puedo prescindir de ti esta tarde.


—No, Paula… estoy bien, en serio.


—Es evidente que no lo estás, Pedro. Vamos, márchate.


—Se acerca la Navidad y…


—Es una orden, a casa.


Tras sonreírme, coge su chaqueta y pasa por mi lado, me besa en la mejilla y me sonríe con dulzura.


—Gracias, jefa. Te prometo recuperar las horas cuando me encuentre mejor.


—No tienes que recuperar nada, Pedro. Considéralo una recompensa por el gran trabajo que estás haciendo.


—Con una jefa así da gusto venir a trabajar... Nos vemos mañana.


—Intenta descansar, anda, que te hace falta.




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