jueves, 22 de agosto de 2019
CAPITULO 12
Salgo de la oficina de mi jefe desanimada. Con el día que estoy teniendo lo que menos necesito es lidiar con el mujeriego de Mauro, pero no tengo más remedio que hacerlo. Cuando llego a mi oficina encuentro a Pedro apoyado en mi mesa hablando por teléfono.
—No se preocupe, señora Stuart, en cuanto llegue le daré el recado. Tranquila, no se me olvidará. Que pase buena tarde.
Al ver mi cara de desolación arquea una ceja.
—¿Estás bien? —pregunta— No tienes buen aspecto.
—La verdad es que no estoy nada bien, Pedro. Con el día que llevamos hoy tengo que lidiar con el hombre más insoportable que he tenido la desgracia de conocer en mi vida.
—Puedo ocuparme yo, si quieres —se ofrece.
—De esto debo ocuparme yo misma, pero gracias. Es nuestro mayor inversor y Christian quiere que me ocupe yo personalmente.
—Siempre puedes llamarme si me necesitas, jefa, estoy aquí al lado.
—Te aseguro que lo haré si es necesario.
—¿Por qué no vamos a comer y así te relajas un poco? Seguro que tienes hambre y despejarte te vendrá bien.
—¿Sabes qué? Es la mejor propuesta que he recibido en todo el día. Déjame devolverle la llamada a la señora Stuart y nos vamos.
Tras la comida, que he de reconocer que me ha animado bastante, hago la maldita llamada a Mauro para quedar con él a las cuatro. Cinco
minutos antes ya estoy de los nervios, preocupada por cómo voy a salvar la situación sin permitir que se propase conmigo y a su vez manteniéndole contento.
—Buenas tardes, Paula —me llega su voz desde la puerta.
—Hola, Mauro. Pasa, terminemos cuanto antes con esto que quiero ponerme a trabajar lo antes posible en la publicidad.
—Uh… vaya prisas. ¿Qué ha cambiado, preciosa? Hace unos días me dejaste esperando tu llamada.
—Hace unos días no tenía ayudante y no daba a vasto con el trabajo, Mauro.
—¿O quizás es porque he amenazado a mi padre?
—¿Qué más te da? El caso es que estoy atendiéndote, ¿no?
—Así que por fin tienes nueva ayudante… ¿Cuándo podré conocerla?
—Mi ayudante está muy ocupado en este momento, Mauro. Céntrate en lo que nos preocupa, ¿quieres? La promoción de los vinos Cavalcanti.
—No he pensado nada en especial. ¿Por qué no cenas conmigo y comparamos ideas?
—Hace ya varios días que sabes que esta reunión iba a suceder tarde o temprano, Mauro, no me creo eso de que no has pensado en nada.
—Lo he pensado, de verdad, pero no se me ocurre nada.
—Alguna idea tendrás, digo yo —protesto—. Siendo hijo de un publicista algo se te habrá ocurrido.
—Cielo… estás muy tensa —dice acercándose a mí—. Déjame que te relaje un poco…
Posa sus manos en mis hombros y aunque intento apartarme me sujeta con fuerza impidiendo que me mueva.
—Aparta tus manos de mí o no respondo de lo que pueda pasarte — amenazo.
—Tranquila, gatita… no voy a morderte. —Su aliento acaricia mi oído haciendo que me recorra un escalofrío… de repulsión.
—Quita tus asquerosas manos de ella, Mauro —dice Pedro desde la puerta.
Ver a Pedro entrar en mi despacho con actitud amenazante hace que me relaje mucho, aunque su actitud no consigue apartar las manos de Mauro de mi cuerpo.
—¡Vaya! ¡Mira a quién tenemos aquí! —contesta su primo pasando sus dedos por mi cuello— Por fin te decidiste a tomar tu lugar en el negocio familiar, ¿eh, primo?
—¿Qué parte de que la sueltes no has entendido, Mauro? Aléjate de Paula.
—Vaya, vaya… Con que Paula, ¿eh? Veo que ya os tuteáis… No has perdido el tiempo para ganar terreno con ella, primo.
Aunque sus palabras están llenas de burla y de algo más que no puedo descifrar, Mauro se aparta de mí y vuelve a sentarse en su silla, permitiéndome respirar. Pedro se acerca despacio y se apoya en la pared justo a mi lado, protegiéndome así de nuevas caricias indeseadas.
—Bueno, volvamos al trabajo —continúa Mauro—. Tienes razón, sí que he pensado en la publicidad. Una mujer corriendo entre los viñedos de Cavalcanti huyendo de un hombre. Un encuentro romántico entre los toneles, una copa de vino…
—Me hago una idea —digo cuando termino de tomar notas—. Desarrollaré esta idea y la semana que viene te llamo y concretamos detalles.
—Perfecto. Y ahora, si me disculpáis —dice levantándose de la silla —, tengo un compromiso que no puedo eludir. Me alegro de verte, primo. Paula...
Cuando Mauro sale por la puerta, Pedro se dirige a su despacho como si no hubiese pasado nada. ¿Pero qué demonios le ocurre a estos dos?
—De todos los hombres sobre la faz de la tierra tiene que ser este gilipollas nuestro mayor inversor… hay que joderse —masculla entre dientes mientras se aleja.
—Pedro… Pedro. —Su silencio me deja asombrada—. ¡Eh, Pedro!
—¿Qué ocurre, jefa?
—Eso mismo me pregunto yo. ¿Qué acaba de pasar aquí?
—Digamos que mi primo no es santo de mi devoción.
—Pero sois familia…
—Por favor, Paula. Déjalo estar.
Sin más explicaciones, Pedro vuelve al trabajo y yo me quedo con la intriga de saber por qué mi ayudante no soporta al hijo de mi jefe.
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