martes, 20 de agosto de 2019
CAPITULO 4
A las seis de la tarde apago el ordenador y bajo a recepción para encontrarme con Luisa, que ya está lista para salir. Como todos los jueves nos vamos a Madame Geneva, un bar de cócteles situado en el centro de la ciudad. Hoy está a reventar, por lo que nos abrimos paso hasta la esquina de la barra donde una pareja acaba de dejar dos asientos vacíos.
—¿Y bien? —pregunta mi amiga en cuanto el camarero se marcha— ¿Qué tal el nuevo cliente?
—El nuevo cliente es el hijo de Christian, y te aseguro que me ha ido de pena.
—¿En serio ese bombonazo era Mauro el mujeriego? —pregunta sorprendida— Ha cambiado mucho en un par de años.
—La cirugía puede hacer milagros en su aspecto, pero sigue teniendo el cerebro de un mosquito. Para no perder la costumbre ha intentado ligar conmigo como si no hubiese intentado echarme del trabajo por no hacerlo la otra vez.
—Ese intenta ligar con todas aunque esté comprometido, y lo más triste es que a la mayoría consigue llevárselas a la cama. Me da pena su prometida, la pobre debe pasarlo fatal cada vez que sale un escándalo en alguna revista de cotilleos.
—Pues te aseguro que por mi parte no tiene nada que temer, porque Mauro se ha llevado un gran chasco. No tengo tiempo ni ganas de aguantar sus tonterías.
—Deberías relajarte un poco y echar algún polvo de vez en cuando, ¿sabes? No digo que lo hagas con ese, te aseguro que ni siquiera yo lo haría —dice poniendo cara de asco—, pero sí que busques a alguien con quien quedar de vez en cuando. No tiene que ser sano estar tanto tiempo en celibato.
—¿Relajarme precisamente ahora? En un mes empiezan las campañas navideñas y no voy a tener ni un solo minuto libre para poder dedicarme a ligar, Lu.
—¿Pero no tienes ya ayudante?
—Sí, lo tengo, pero aún no está familiarizado con todo esto y tendré que enseñarle. Me va a costar más que otros años llegar a tiempo a todos los contratos y Christian se va a cabrear mucho.
—¿Qué tal es tu ayudante, por cierto? No la he visto llegar.
—No la has visto llegar porque mi nueva ayudante se llama Pedro Alfonso y tiene pene.
Mi amiga deja escapar la cerveza por la nariz arrancándome una carcajada. Me conoce muy bien y sabe que no me gusta trabajar con hombres, y sé que la noticia la habrá dejado muerta.
—¿Qué me he perdido? —pregunta limpiándose la barbilla— ¿Paula Chaves trabajando con un hombre? ¿Ha empezado el Apocalipsis y yo no me he enterado?
—La magnífica idea ha sido de Christian. Es el hijo de su hermana y si quiero seguir trabajando en esta empresa tengo que aguantarle.
—¿Y cómo es? ¿Es guapo?
—Yo no diría guapo, pero sí es atractivo. Tiene un aire de pirata que le hace destacar.
—Pues chica, si se pone a tiro…
—Es demasiado joven, Lu. Tendrá unos veintipocos años.
—¿Y qué? ¿No sabes que hay que comerse un yogur de vez en cuando?
—Un yogur sí, pero no un yogurín.
—Bueno, así al menos te recrearás la vista.
—Tú siempre pensando en lo mismo… ¡Salida! —bromeo.
—Es que el sexo es el mejor deporte que existe, ¿sabes? Deberías probarlo de vez en cuando.
—Para mí lo primero es el trabajo, no pienso tumbarle en el escritorio para follármelo como una ninfómana —bromeo—. Ahora en serio, me ha parecido muy profesional y eso me gusta. Creo que podré lidiar con él después de todo.
—Ya me lo presentarás un día de estos, que me está picando la curiosidad por ese tal Pedro. Tengo ganas de descubrir cuán atractivo es.
De pronto siento un escalofrío subir por mi espalda. Hay alguien parado detrás de mí, todos mis nervios se han erizado de golpe. No quiero volverme por si es algún hombre intentando ligar, pero una voz que ya me es familiar me deja inmóvil en el sitio.
—La curiosidad mató al gato, chicas —susurra Pedro junto a nosotras.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario