lunes, 19 de agosto de 2019
CAPITULO 3
Cinco minutos después, mi secretaria me avisa de la llegada de Pedro.
Suspiro y me preparo resignada a recibir a mi nuevo tormento, pero desde luego no es para nada lo que esperaba. Tendrá veintipocos años, y aunque soy bastante alta me saca unos buenos diez centímetros. Su pelo color ceniza es demasiado largo para mi gusto, me dan ganas de cogerlo de un puñado para llevarlo a la peluquería más cercana. Ojos claros, aunque no distingo el color, mandíbula cuadrada, nariz griega… Atractivo, pero no es el típico guaperas como su primo. Me sorprende su atuendo, desde luego: vaqueros, camiseta negra y chaqueta de cuero. Muy profesional no parece, la verdad…
Pedro me tiende la mano por encima de la mesa y salgo de mi ensimismamiento. ¡Vaya jefa estoy hecha! El pobre lleva un rato parado delante de mí y ni siquiera me he levantado de mi asiento.
—Buenos días —digo—, Pedro…
—Alfonso, Pedro Alfonso, señorita Chaves.
Su voz de barítono consigue que un escalofrío recorra todo mi cuerpo.
Es una voz perfecta para seducir a cualquier mujer… suave, profunda y sensual. ¿Pero en qué demonios estoy pensando? ¡Céntrate, Paula, por amor de Dios!
—Siento mi aspecto de hoy —se disculpa—, pero mi tío no me dijo que venía a empezar a trabajar.
—Christian suele omitir muchos detalles últimamente —protesto ofuscada—. Siéntese, por favor.
—Es un detalle de familia, créame —contesta haciendo lo que le pido —. Mi madre es igual de confabuladora que él.
—¿Qué puesto ocupaba en su anterior trabajo?
—Soy diseñador gráfico. Me ocupada del mantenimiento de la web y hacer los retoques a las fotos.
—En ese caso su experiencia nos será de mucha ayuda por aquí. Además de eso deberá tratar con los clientes en mi ausencia, supervisar las sesiones de fotos… Las cosas aburridas que nos tocan hacer a los publicistas.
El asiente sin decir nada y me apoyo sobre la mesa para parecer más intimidante.
—Me temo que si cambió de trabajo porque pensó que por ser sobrino del jefe haría menos tareas estaba muy equivocado.
—Si hubiese sido así me habría quedado en mi antiguo empleo donde era la mano derecha del director general, señorita Chaves. Me gusta ganarme mis propios méritos.
—No pretendía ofenderle, sino advertirle.
—Mire, comprendo que a nadie le gusta que le impongan trabajar con alguien que no ha elegido, pero le aseguro que estoy aquí para echarle una mano a mi tío y no tengo tiempo ni ganas de ligar con usted.
—No sabía que Christian le había contado lo de mi cláusula especial —contesto sorprendida.
—No tengo ni la más mínima idea de a qué se refiere, pero sé por experiencia cuando una mujer está a la defensiva, y usted lo está. No sé qué demonios le pasó en el pasado, pero le aseguro que puede confiar en mí lo suficiente como para que podamos trabajar juntos con absoluta tranquilidad.
—Como usted mismo ha dicho, vamos a trabajar muchas horas juntos, así que sería bueno que empezásemos a tutearnos. —¿Qué? ¿De dónde ha salido eso?
—Me parece bien, Paula. Me gusta trabajar en familia.
—Ahora te enseñaré todo esto y te presentaré al resto de compañeros. Mañana tendremos tiempo de empezar a trabajar en serio.
—Perfecto, jefa, estoy a tus órdenes.
He escuchado esa frase infinidad de veces en boca de los hombres, pero siempre me han sonado malintencionadas… excepto viniendo de mi nuevo ayudante. Parece que es sincero en sus palabras, y aunque me cueste reconocerlo tal vez, solo tal vez, no esté tan mal tenerle de ayudante.
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Ya me atrapó esta historia.
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