sábado, 31 de agosto de 2019
CAPITULO 41
Apago el teléfono con una sonrisa en los labios.
¡Le importo! Eso quiere decir que todo va como debe ir entre nosotros, ¿no? Un golpe en la ventana me sobresalta. ¡Mierda, Pedro! Me había olvidado por completo de él… ahora que he hablado con Wolf no me apetece acostarme con él, no quiero ser tan mezquina. Abro la ventana y Pedro salta dentro de la habitación.
Voy a decirle que estoy cansada y que quiero dormir, pero me aprisiona entre sus brazos pegándome a la pared y me besa dejándome sin la capacidad de pensar. Su boca me abrasa, me derrite, me hace estremecer. Sus besos son pura lujuria y sus manos recorren mi cuerpo con tanta desesperación que me olvido por completo de Wolf, de lo que hemos hablado y de los remordimientos por jugar a dos bandas.
Aunque realmente no lo estoy haciendo, porque Wolf y yo nunca nos hemos visto, mucho menos acostado, así que…
Enredo las manos en el pelo de Pedro y enredo las piernas en su cintura cuando me alza cogiéndome del culo. Separa su boca de la mía un segundo para coger aire, y se queda mirándome a los ojos con algo que no soy capaz
de descifrar. ¿Ira? ¿Enfado? Su respiración entrecortada acaricia mis labios y cierro los ojos con un gemido cuando baja la cabeza hasta mi pecho y humedece la tela con su lengua para atormentar a mi pezón. ¡Siempre sabe cómo tocarme para volverme loca! Sus manos aprietan la carne de mi culo con fuerza y siento su miembro erecto apretar la tela de mis braguitas a través del pantalón de deporte.
Ondeo las caderas para acariciarle con mis labios, pero Pedro se aparta y me lleva hasta la cama, donde me deja caer sin miramientos. ¿Pero qué coño le pasa?
—Pedro, ¿qué…
No puedo terminar la frase. Mi amante se deja caer sobre mí tras quitarse la camiseta y vuelve a besarme, esta vez con más cuidado, aliviando mis labios magullados por el beso anterior. Mis manos viajan inconscientemente hasta su espalda y acaricio su piel con suavidad.
Solo era un arranque de lujuria que ha conseguido controlar… pero reconozco que me
ha excitado mucho su posesividad, y en cuanto pueda volver a conectar mis neuronas pienso decírselo.
Pedro se deshace de mi camiseta y cubre de besos mi hombro, mi clavícula, mi esternón, y agarrándolo con la mano se mete un pecho en la
boca. Su lengua juguetea con mi pezón mientras sus dientes atormentan la carne de alrededor, y un gemido escapa de mis labios sin poder evitarlo.
—Shh… Stephanie ya está en su cuarto —susurra Pedro antes de volver a su tarea.
Me muerdo el dorso de la mano para evitar gritar, y Pedro sigue bajando por mi estómago hasta hundir la lengua entre mis pliegues húmedos.
Siento la sangre en la boca, pero no aparto la mano porque el placer que me está proporcionando es tan intenso que no puedo parar de gritar. Mi cuerpo se tensa cuando introduce dos dedos en mi canal y los mueve al compás de su lengua, y termino desmadejada sobre la cama cuando el orgasmo me recorre.
—Ahora voy a follarte, nena —susurra sosteniendo mi cara entre sus manos.
No aparta sus ojos de los míos ni un segundo.
Sus caderas empiezan a bombear dentro de mí lentamente, casi saliendo por completo para volver a clavarse hasta el fondo, y mi sexo grita desesperado por volver a convulsionarse, por volver a sentir las oleadas de placer. Casi puedo ver su espalda arquearse y gimo cuando sus manos me aprietan contra su pecho con fuerza, como si no quisiera soltarme jamás.
Con un solo movimiento le doy la vuelta hasta dejarlo tumbado debajo de mí, y hora soy yo quien le monta, quien le lleva a la locura con mis
caderas. Apoyo mis manos en su pecho y siento su corazón desbocado latir con rapidez, veo sus ojos velados por el deseo, sus labios hinchados por los besos y su cuello tenso cuando me aprieta los muslos con fuerza y llega al orgasmo.
De pronto la imagen de Wolf aparece en mi mente y me detengo en seco atormentada por la culpa. Me dejo caer sobre su pecho con la respiración entrecortada. No soy capaz de seguir haciendo el amor con Pedro ahora que Wolf ha ocupado mi mente por completo. Me siento culpable, mezquina, y cierro los ojos con fuerza para que Pedro no se dé cuenta de nada.
No puedo seguir así, no puedo seguir jugando con dos hombres sin que haya consecuencias, y las habrá si no paro de una vez.
Me separo de Pedro y voy al cuarto de baño para darme una ducha.
Espero que se marche a su habitación, pero cuando salgo del cuarto de baño le veo completamente vestido sentado en el alféizar de la ventana, y me mira en cuanto me oye llegar.
—¿Qué te pasa? —pregunta a bocajarro.
—A mí no me pasa nada —contesto cerrándome bien el albornoz.
—No me mientas, Paula.
—¿Qué te pasa a ti? Cuando me has besado…
—Cuando te he besado, ¿qué?
—Estabas enfadado.
—No era contigo.
—¿Entonces con quién?
Pedro se queda en silencio con la mirada perdida en la ventana, y tras un par de minutos se levanta y se acerca a mí lentamente.
—He discutido con Mauro después de que te fueras —dice apartando un mechón de pelo de mi frente.
—¿Qué ha pasado?
—Nada importante.
—Pedro… Con Mauro todo es importante.
—No te preocupes, solo han sido diferencias respecto al anuncio.
—Mañana hablaré con él y…
—No vas a hablar con nadie. Max ya le ha puesto en su lugar y el anuncio se hará como estaba planeado.
Pasa sus brazos por mi cintura y me besa con suavidad en la mejilla.
Me sorprende que no lo haya hecho en los labios, pero no digo nada.
—Siento que hayas creído que mi enfado era contigo, nena —susurra —. No volverá a repetirse.
Me abraza enterrando su nariz en mi pelo y le devuelvo el abrazo sin mediar palabra.
—¿Te quedas a dormir? —susurro.
—Esta noche prefiero estar solo. Nos vemos mañana, ¿de acuerdo?
Asiento y tras darme un beso en los labios salta de nuevo por la ventana. Me quedo de pie con cara de idiota observándole dar la vuelta al edificio hasta la puerta principal. ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué no soy capaz de romper con él?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario