sábado, 31 de agosto de 2019

CAPITULO 43





Cuando suena la alarma de mi móvil me dan ganas de estrellarlo contra la pared. Tengo un dolor de cabeza horrible, un sueño espantoso y
ningunas ganas de trabajar, pero hago de tripas corazón y me siento en la cama con la intención de ponerme en marcha cuando Stephanie entra en mi habitación hecha un basilisco.


—¡Me da igual que sea quien paga, Paula! —grita— ¡No pienso consentirle que me meta mano cuando le dé la gana!


—¿De quién estamos hablando? —pregunto con un bostezo.


—¡Del asqueroso de Mauro, de quién si no! ¡Esta mañana he ido aprobarme los vestidos por si hay que hacerles algún arreglo y me ha
arrinconado a traición!


Me levanto de la cama como accionada por un resorte. El sueño se ha borrado de golpe y me pongo lo primero que pillo para ir a buscar a ese
desgraciado y cantarle las cuarenta. No sé qué me fastidia más, si el hecho de haberse pasado con mi empleada o que haya intentado una vez más serle infiel a una mujer tan maravillosa como Bella. Le encuentro sentado plácidamente en el salón con el periódico en una mano y una taza de café en la otra.


—¡Tú, rata inmunda! —grito arrancándole el periódico de sus asquerosas manos— ¿Quién coño te crees que eres para propasarte así con mi modelo?


Mauro me mira con una ceja arqueada y una sonrisa en los labios antes de levantarse lentamente y colocarse bien la chaqueta del traje que lleva puesto.


—¿En serio crees que puedes hablarme así, Paula?


—Es lo que te mereces por ser un cerdo.


—No creo que a Christian le guste el trato que le das a tus clientes, preciosa. Creo que hablaré con él para quejarme de tu comportamiento.


—¿Mi comportamiento? ¡Como vuelvas a intentar tocar a Stephanie te voy a partir la cara! ¿Me oyes?


—Sigue amenazándome y rescindiré el contrato.


—Inténtalo y le contaré a tu suegro lo que has estado haciendo bajo su techo. No creo que le guste demasiado, ¿verdad?


Dicho esto, salgo de la habitación dejándole con un palmo de narices y me doy de bruces contra el pecho de Pedro, que está apoyado en el quicio de la puerta mirándome con una sonrisa.


—¿Qué? —protesto de malas formas.


—Tranqui, nena —susurra levantando las manos—, que yo no soy Mauro.


—Perdona, es que no he empezado la mañana muy bien y tu primo ha terminado de arreglarla.


—¿Ha intentado sobrepasarse con Steph?


—La ha arrinconado en el cuarto donde están los vestidos y ha intentado besarla. Con el dolor de cabeza que tengo esta mañana he tenido que aguantar los gritos de Stephanie mientras despotricaba contra él, y ahora me duele aún más.


—Vamos, tómate un analgésico y ve a descansar. Yo me ocupo de todo por aquí.


—No puedo hacer eso, hay mucho trabajo y tenemos que empezar a rodar cuanto antes. Desayunaré y me pondré manos a la obra como todos.


—Pero tómate algo para el dolor…


—Sí, tranquilo. ¿Has desayunado ya?


—Iba a hacerlo cuando te he escuchado gritar como una histérica. Reconozco que ha sido la mañana más entretenida que he tenido desde que vinimos…


—Sí, bueno, yo no puedo decir lo mismo.


Voy a mi habitación a por una pastilla y cuando vuelvo al salón Mauro por suerte ha desaparecido, y en su lugar están Bella y Pedro, que están inmersos en una conversación bastante divertida, por lo que parece.


Siento una punzada de celos que intento borrar con una sonrisa.


—Buenos días, Bella —digo sentándome al otro lado de Pedro.


—Buenos días, Paula. ¿Qué ha ocurrido hace un rato? Te he oído gritar.


—Es solo que tiene migraña y se pone de mal humor cuando algo no sale como ella espera —interrumpe Pedro evitando decir la verdad—. Hemos tenido una pequeña desavenencia.


—Espero que todo esté arreglado —contesta Bella.


—¡Oh, por supuesto! —exclama Pedro— En el fondo me adora.


Me acaloro cuando me guiña un ojo, y agacho la cabeza para evitar que se dé cuenta de ello.


—Hoy empezaremos a grabar las escenas de los viñedos con los modelos —digo cambiando de tema—. Mientras terminan de preparar el escenario podemos ir adelantando trabajo.


—Muy bien —contesta Bella dando palmaditas—. ¿Me necesitas para algo?


—Hoy no, contigo empezaremos mañana, así que prepárate —contesta Pedro.


Media hora después estoy en pleno campo de viñedos con el equipo preparado y el cámara, que ha llegado hoy mismo, en posición. Con la llegada de John, Pedro ha tenido que pasarse a la habitación de invitados de la casa principal, por lo que nuestros encuentros nocturnos por suerte serán mucho más difíciles. Tengo que terminar mi relación con él pero no puedo hacerlo aquí, debo esperar a llegar a casa para romper con él y dedicarme a conocer a Wolf.


—Tierra llamando a Paula —dice Pedro dándome un golpecito con su hombro.


—Lo siento, estaba distraída.


—¿Sigues con dolor de cabeza?


—No me duele tanto como antes, pero sí.


—Vete a descansar, nena. Yo puedo ocuparme de esto.


—Ya he dejado demasiado trabajo sobre tus hombros, Pedro.


—Tonterías. —Se acerca a mi oído con disimulo—. Esta noche te quiero despejada —susurra—, voy a colarme en tu habitación y pienso volverte loca.


—No creo que sea buena idea estando ahora en la casa principal.


—¿Por qué no? Solo tengo que dejar la puerta entornada.


—¿Y si alguien la cierra?


—Entonces tendré que dormir contigo —contesta con un guiño.


Sonrío sin poder evitarlo. Pedro es tan divertido… con un suspiro, pongo en sus manos la carpeta y le obedezco por esta vez. Me voy a la habitación y tras desnudarme me meto bajo las mantas con un suspiro de alivio. Consigo dormir hasta la hora de comer, cuando Stephanie me despierta, y al llegar al comedor veo que por suerte Mauro no ha aparecido.


Al menos tendré una comida tranquila…


—¿Se encuentra mejor, señorita Chaves? —pregunta la señora Cavalcanti— Me ha dicho mi hija que se ha levantado usted con migraña.


—Estoy algo mejor, muchas gracias. Unas horas de sueño siempre logran calmarme.


—¿Cómo van las grabaciones? —pregunta Max
— He visto que ya han empezado a rodar los exteriores.


—Ya casi hemos terminado —responde Pedro—. Solo nos quedan un par de escenas, pero tendremos que esperar a mañana para no cambiar de luz.


—Las obras en el garaje ya casi están terminadas —dice Cavalcanti—. Solo queda montar el escenario similar a la bodega.


—Me ocuparé de ello esta misma tarde —contesto—. Ahora que me siento mejor tengo ganas de hacer algo productivo, que el pobre Pedro ha hecho hoy todo el trabajo.


—Se aprovecha de mí descaradamente —bromea mi ayudante—. Tiene suerte de que me guste mi trabajo…


—¿Dónde está tu prometido, Bella? —pregunta Max de repente.


—Ha tenido que ir a la ciudad por unos asuntos —contesta ella—, volverá a la hora de la cena.



1 comentario: