miércoles, 21 de agosto de 2019

CAPITULO 10





Una hora más tarde me dan ganas de haberme mordido la lengua cuando dije que íbamos a tener la mañana tranquila. Ya tenemos trabajo para toda una semana y la modelo del anuncio del cava me ha fallado. Estoy desesperada, he llamado a todas las modelos que tengo en la agenda y ninguna puede hacerme un hueco hoy. ¿Cómo voy a terminar el anuncio a tiempo para mañana si no tengo quien lo haga?


—¡Maldita sea! —grito frustrada colgando el teléfono con más fuerza de la que debería.


—¿Ocurre algo? —pregunta Pedro.


—Por casualidad no tendrás alguna amiga que sea modelo y esté libre hoy, ¿verdad? La modelo de hoy me ha fallado y ninguna de las que tengo en nómina está disponible.


—¿Qué necesitas exactamente?


—Una chica preciosa que se vista de fiesta y actúe bien.


Le cuento con todo lujo de detalles mis planes para el anuncio, a lo que él solo asiente en silencio. Tras lo que a mí me parecen horas saca el móvil del bolsillo de sus vaqueros y marca un número que le responde al instante.


—¿Leila? —dice Pedro con una voz azucarada que no le había oído nunca— Hola, preciosa… Sí, lo siento, he tenido mucho trabajo. Oye, ¿me puedes hacer un favor? Necesito una modelo para un anuncio hoy mismo… Ya sé que es muy repentino, pero… Sí —contesta sonriendo—, te compensaré. ¿En una hora puedes estar aquí? Eres increíble… Nos vemos entonces… Yo también te quiero.


Pedro cuelga el teléfono con aire triunfal y se sienta en mi mesa para mirarme.


—Problema solucionado, jefa. En una hora tendrás a una mujer preciosa que sabe actuar a la perfección.


—Gracias, Pedro, vuelves a salvarme la vida.


—No te acostumbres, ¿eh?


Le doy un codazo y sigo con lo que estaba haciendo. Una hora después aparece en la puerta del despacho una muchacha alta, con una melena color miel que cae con gracia sobre sus hombros, ojos de color verde cristalino y un cuerpo de infarto. Sonríe con timidez antes de acercarse a mi mesa.


—Buenos días. ¿Sabe dónde puedo encontrar a Pedro Alfonso?


—Buenos días, está en el despacho de al lado.


Aún no han terminado de salir las palabras de mi boca cuando el aludido entra en mi despacho, levanta a la muchacha entre sus brazos y le da un sonoro beso en los labios.


—Hola, preciosa —susurra—, cada día estás más guapa.


—Y tú cada día pasas más de mí —protesta ella.


—Sabes que eso no es cierto, eres mi mujer favorita.


—Mentiroso…


—Déjame presentarte a Paula, mi jefa. Ella es Leila.


—Encantada —contesta ella apretándome la mano.


—Lo mismo digo. Gracias por salvar la situación, Leila.


—Aunque no se lo merezca, siempre que puedo ayudo a este degenerado.




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