miércoles, 21 de agosto de 2019
CAPITULO 9
Al día siguiente me pongo en camino antes de lo acostumbrado para llegar al trabajo con tiempo de sobra. Pedro me ha mandado un whatsapp para decirme que me invita al café, así que voy a comprar yo algún dulce para acompañarlo. He elegido ponerme un vestido rojo sin mangas que me llega justo por debajo de la rodilla acompañado de mi blazer blanco, e incluso me he animado a maquillarme un poco porque he dormido como un lirón y estoy bastante descansada.
No sé qué pasa hoy pero las calles están más atestadas de gente de lo normal y me cuesta la misma vida llegar a la boca del metro, ya no digamos subirme en él. Hoy es uno de esos días en los que vamos como sardinas en lata y me pego contra la pared para evitar roces indeseados. Llego a la oficina diez minutos antes de la hora y me paro a hablar con Luisa, que hoy está muy risueña.
—Buenos días, Lu —digo poniendo un donuts cubierto de chocolate frente a ella.
—¡Ay! ¡Si es que te tengo que querer! —contesta dándole un mordisco— Cómo sabes engatusarme…
—¿Qué te pasa hoy que estás tan contenta?
—He tenido una cita.
—¿Una cita? No me habías dicho que estabas conociendo a alguien.
—No estaba conociendo a nadie… hasta ayer.
—¿Y dónde le conociste?
—En una página de citas. Llevamos hablando unos días y ayer me animé a tomarme un café con él.
—¿En serio, Lu? ¿Una página de citas? A ti no te hace falta recurrir a esos sitios para encontrar pareja.
—No tengo tiempo de ir a un bar a ligar y lo sabes, Paula.
—Además, no sabes a qué loco puedes encontrarte en esos sitios. Es peligroso, Lu.
—Es una página seria, te lo prometo. Al empezar te hacen un análisis sicológico para determinar qué tipo de persona es más afín contigo.
—La gente miente.
—¿Por qué eres tan desconfiada? Hay que pagar, así que creo que los hombres no lo harán para mentir.
—Sigo sin fiarme, pero si tú te fías… ¿y qué tal te fue?
—Eduardo es un chico amable, cariñoso, divertido… la verdad es que me lo pasé en grande. El café dio paso a la cena y más tarde nos fuimos a bailar, y al dejarme en casa se comportó como un caballero.
—Me alegro de que te fuese tan bien, pero de todas formas ten cuidado. Me voy, que me espera el café de Pedro.
—¿El café de Pedro? —pregunta con una sonrisa.
—Ha puesto una cafetera en la oficina y me ha invitado a tomarme un café esta mañana. No podía resistirme…
—¿A su café o a su culo?
—A su café, mal pensada. Su culo también es excelente, pero no estoy interesada.
—Parece que te llevas bien con él después de todo.
—La verdad es que sí —contesto sorprendida al darme cuenta de que tiene razón—. Es muy bueno en su trabajo y no siento que diga las cosas con malicia. Estoy a gusto trabajando con él.
—Quizás…
—Ni se te ocurra pensarlo —la interrumpo alzando el dedo índice—. Que nos llevemos bien no significa que vaya a llevármelo a la cama.
—Pues no entiendo por qué.
—Porque trabajamos juntos, para empezar. Porque es menor que yo, porque…
—¡Vamos, Paula! Solo tiene cinco años menos que tú, no es para tanto.
—De todas formas no voy a acostarme con mi empleado.
Dicho esto, me encamino hacia el ascensor. Al entrar en el despacho el aroma a café recién hecho me hace sonreír.
—Buenos días, Pedro —saludo dejando mis cosas sobre la mesa.
—Buenos días, jefa.
Al levantar la cabeza veo a mi ayudante apoyado en el quicio de la puerta con dos tazas de café humeante y una enorme sonrisa. Me acerco sonriendo también, cojo la taza que me ofrece y doy un sorbo que me hace cerrar los ojos con un suspiro.
—Mmm... Sabe a gloria —digo—. Como tú has puesto el café, he pensado que yo podía poner unos dulces —contesto abriendo la caja de
donuts.
—No tenías que molestarte, jefa —dice cogiendo uno de azúcar glass.
—La próxima vez que se acabe el café dímelo y lo compro yo. Ya que voy a aprovecharme de tu cafetera creo que es lo mínimo que puedo hacer.
—Ni hablar, tengo que comprarlo de todas maneras y mientras tú solo te tomas un par de tazas al día yo tomo unas cuantas más. No se hable más del tema.
—Al menos deja que pague la leche... Que tú lo tomas solo.
Su ceja alzada me disuade de decir una palabra más, y me doy la vuelta y me siento en mi silla para encender el ordenador.
—¿Ha llamado alguien? —pregunto.
—Christian ha llamado. Quiere que subas a su despacho cuando acabe su reunión de las doce. Aparte de eso... nada más.
—Estupendo, tenemos el día relajado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario